domingo, 17 de octubre de 2010
Cuatro asaltos, salta ya
viernes, 15 de octubre de 2010
Bea, the woman who pretends to love me
Y ahora es ahora; cuando no encuentro el momento adecuado para decir que aún te quiero, que aún te duermo, que aún te necesito, como necesito respirar, o como necesito ese trago del olvido para poder reír.
Y patético es estar en un punto muerto, sediento por avanzar, aunque sea hacia un precipicio, aunque al saltar todo vaya mal y luego me arrepienta, como suele pasar cuando bailo ciegamente con la discordia, cuando me imagino un idílico final para esta tragedia particular. Siempre he sabido soñar, en despertar nunca progresé adecuadamente.
Y si ahora me confieso, diré que soy un cobarde, un ignorante de la vida, un temerario lleno de valor, un jubilado en la pensión del pecado de tus labios que sólo sabe fingir una realidad tan onírica que he llegado a dudar. Pero soy un experto en confiar en el vacío, en la falta de promesas, en que el tacto frío de un adiós puede traer una cálida alegría.
Yo que soy yo, que aprendí del miedo toda mi biblia, y cuyo único propósito que persigo en esta vida es buscar mi pequeño rincón. Y tan difícil es estar en paz con mi alma, si acaso existe, tan difícil es estar de acuerdo con la razón, que te aseguro que hay noches en las que me encuentro en un punto alejado de lo real, en las que cierro los ojos y, sin dormir, siento como floto disimuladamente por un mar de insuficiencia material, de falta de palabras, de carencia de necesidad. Y soy libre, y esclavo de ese sentimiento que hace que abra los ojos, que me empuja a afrontar la realidad, a chocarme contra ese muro que nunca he derribado, que no quiero derribar, que soy muy miedoso, un guerrero patético, no sé luchar.
Y ahora es ahora, y sólo busco tu nombre entre las voces confusas de la gente, tu mirada entre la calidez de las estrellas, tu cuerpo en Bea, the woman who pretends to love me.
Princesa de fotografía
Porque cuando me miras pienso que aún te gusto, que no somos tan diferentes; pero entonces recuerdo que he cambiado, que las cosas no son como antes, entonces me odio por haber perdido el gusto por tu sonrisa y por esas tus miradas que me hacían soñar.
Y es triste, el corazón ya no late con esa fuerza heroica, ya no suele pasar calor cuando, en el crudo invierno, viene tu recuerdo e intenta despertar viejos hábitos que olvidé, perdona princesa pero ya no me hacías feliz.
¿Ahora sufres, verdad? Ahora te preguntas cosas, lo sé.
Pero yo ya no puedo rescatarte. Me cansé de ser el villano que buscaba la paz, de ser el gilipollas que desabrochaba tu manoseado corsé; y sólo espero que entiendas que este no será el final, que volverás a dormir con otros, ya nada me puede importar. Ahora tienes toda la tranquilidad: no tendrás que volver antes del amanecer, no tendrás que temer por romper mis ilusiones como un delicado cristal, creo que mis ilusiones las rompiste la vez que supe que nunca, lo nuestro, sería para ti lo principal.
Y he de reconocer que en algún instante del momento un arañazo recorre mi espina dorsal, es una especie de sentido sentimental, ¿sabes que no te he podido borrar? Al menos no del todo, aún quedan esas noches inmensas de amor, esos brotes sinceros de pasión que no se olvidan, esos pozos sin fondo en los ahogábamos esa maldita desconsideración.
Y sí, princesa, aún guardo esas fotografías de carnet que nos hicimos aquella tarde de otoño, mientras miles de hojas caían en el boulevard.
90 años de vida
Y veo tu cara empapada en llanto, lágrimas que caen en mi ausencia, cuando yo estoy muerto y no soy capaz de calmar tu ansias de gritar y romper ventanas.
Y si cambiase el transcurso del destino y viviese, ahora estaríamos juntos en este porche, mirando como el sol de otoño muere tras las montañas, y quizás nuestras lágrimas fuesen de alegría.
Y envejecer juntos, dormir juntos, observar como nos vamos arrugando con los días, inevitablemente. Pero no es posible ese placer intenso, y no es posible un final feliz para esta historia, porque yo me voy y tú lamentas mi partida; tras tantos años juntos el destino te quita mi compañía, y es como si el corazón tuviese frío y tiritase demasiado, ahora tus fuerzas menguan y tus emociones callan, eres una mariposa consumida, pero sigues siendo tan hermosa como siempre.
No sé si existirá el cielo.
domingo, 3 de octubre de 2010
El Boulevard de la calle roja
Y en algún momento se vuelca mi corazón, y en algún momento me doy cuenta de que el tiempo me apunta con su pistola, que estoy indefenso y humillado, y fingo estar liberado de esa opresión social con la que siempre estoy en contacto...
Ahora salto al vacío, espera, no quiero morir aún. Necesito respirar humo y tener algunas cicatrices, que mi piel se hunda en la rabia de alguien; que caiga al suelo sin quererlo y me tiemble el labio mientras humea caliente sangre que saboreo, medio victorioso. Sigo vivo, el corazón aún me late, me baila, su sonido impactante destroza mis venas, o al menos esa es la sensación que recorre mi aparato nervioso.
Y en algún momento de la torpe situación, yo en el suelo demasiado quieto, mis ojos abiertos y mi pecho asfixiado, tu imagen cruza mi memoria, te recuerdo y el tiempo se para durante pestañeos, ya estoy acostumbrado a que vengas en los momentos más humillantes de mi carrera profesional, quisiera poderte olvidar, poner mi corazón fuera de cobertura y escalar la montaña de la locura, convertirte en hielo y derretirte en un mar furioso, alejar tu eco y esconderlo en la profunda cueva que he creado para ti, prisión onírica que encuentro a altas horas de la noche. ¿Pesadilla express dígame?
Ahora me doy cuenta, la pistola del tiempo sigue apuntando mi cabeza, con sarcasmo lo he llegado a comprender, me gusta el peligro y la tension no resulta, que mis huesos se tensen y mi frente se arruge, que mis pupilas se dilaten y se sequen mis labios, que mis manos suden fuego y lata en mi cuello esa extraña vena que amenaza con explotar.
¡Pum! ¡Pam! o ¡Bum! Sólo llego a escuchar un chillido seco, la bala impacta en mi cabeza, no siento nada. Ahora quisiera despertar, por favor.
Estoy demasiado seguro: tú apretaste el gatillo, fuiste tú la culpable de que ahora mis sesos escriban tu nombre en una pared medio muerta del Boulevard.
sábado, 2 de octubre de 2010
El instinto primitivo del hombre
No te creas lo que vives, yo aún debato con el subconsciente, puede ser un sueño, en ese caso no morimos, sino que despertamos en otro lugar y en otro tiempo, en otro cuerpo y en otra mente, somos libres en un instinto primitivo. Si escuchas con atención oirás unos sonidos, ¿latidos del corazón? ¿el engranaje de un reloj escondido? ¡Oh! Todo es posible, incluso aquello que creímos imposible. Sólo hace falta entender un poco el universo, entender que el universo es infinito, que somos una sombra sin contorno, un mundo vestido con carne y hueso, disfraz corporal de humo, ¿nunca has sentido vértigo cuando caminas como un sonámbulo por las calles, perdido y desorientado? Yo sí, ahora lo siento, también siento como mis dedos se duermen en el teclado, y salen letras que componen una copiosa melodía que hace que se mueva dentro algo bonito, hermoso, como lo son tus ojos o la muerte de una rosa en el crudo invierno. Dime si acaso no lo has sentido, en algún momento, en algún instante en el que te sientes como parte de la Nada, de un suspiro interminable, deshabitado, inalcanzable.
Y me vuelvo loco buscando la forma de escapar de este laberinto, alguna vez en el espejo he comprobado que todo es mentira, que no hay laberinto, que todo es un truco de mi mente para mantener la actividad, para pensar que tengo una finalidad, mi gran hobby es perder el tiempo en la odisea que busca encontrar respuestas, nunca las he encontrado, son ficticios placeres que alguien prometió con la voz de un diablo.
No te rindas, no sigas, detente, respira... ¿lo ves ahora? Se feliz, sonríe, no llores, goza, grita. No importa cómo, ni dónde, ni cúando, ni con quién, la felicidad es el instinto primitivo del hombre; toca fondo, destruye tu coraza, que brote la sangre de la herida, siente por un instante como estás vivo, que no merece la pena que intentes preguntarte cosas, pues la vida puede concluir con la duda entre las cejas, y las arrugas en la frente del "¿Y ahora qué?" No cometas ese error, hoy hace noche de estrellas, de luna, de posibilidades, sal a la calle, respira, hunde el reloj en el barro, que suden los minutos.
No te creas lo que vives, yo aún debato con el subconsciente, puede ser un sueño.