Algunos dicen que la amistad es un sentimiento mutuo que sienten dos personas para referirse a ese lazo que los une; que los hace inseparables.
Otros hablan de la amistad como algo físico; compuesto por esas personas que conoces y con las que pasas más tiempo del que pasas con tu madre o padre.
Y puede que ambas opiniones tengan algo de razón. Más de una vez he sentido ese vértigo de no saber si una persona puede entrar dentro del "particular club de amigos" que, a diferencia del de muchos, no se forma por esas personas que siempre están a tu lado, sino por esas otras las cuales sabes que estarán en el momento apropiado.
A veces, suelo revisar la lista que guardo en algún lugar de mi cabeza. Es un trozo de recuerdo sucio donde anoto, cuando el tiempo lo permite, lo que la gente hace y dice; los que están y los que te dejan.
Es un diario de bitácora para el viaje por los mares de la vida. Unas tontas letras que me dicen las personas que sonríen cuando lloro, y los que lloran cuando estoy triste; al igual que habla de esas que te dan la mano cuando te caes y esas otras que te la dan cuando quieren apartarte de su camino.
Hoy he vuelto a sentir ese vértigo recorrer mi cuerpo, y he sentido naúseas; ganas de vomitar los malos recuerdos y despertar de la pesadilla. Pero cuando te acuerdas de que los pellizcos te despiertan del sueño, te das cuenta de que, lo que consideramos un sueño, no es sino la cruda realidad. Esa realidad que no se puede masticar, ni digerir; que no se puede cambiar, ni maquillar
Odio esos momentos en los que me veo inquieto entre la espada y la pared. Esos momentos en los que me considero un extraño de la vida, y me miro ante un espejo que refleja las sombras de la incertidumbre, tras mis ojos.
Abro los ojos ante el mundo y sonrío.
Hoy no seré yo quién se pregunte sobre lo que no tiene respuesta, ni sobre aquello que no quiero responder; ya ha pasado la época en la que me dolía el murmullo de los árboles y temía el ir y venir de las olas.
Y puede que ambas opiniones tengan algo de razón. Más de una vez he sentido ese vértigo de no saber si una persona puede entrar dentro del "particular club de amigos" que, a diferencia del de muchos, no se forma por esas personas que siempre están a tu lado, sino por esas otras las cuales sabes que estarán en el momento apropiado.
A veces, suelo revisar la lista que guardo en algún lugar de mi cabeza. Es un trozo de recuerdo sucio donde anoto, cuando el tiempo lo permite, lo que la gente hace y dice; los que están y los que te dejan.
Es un diario de bitácora para el viaje por los mares de la vida. Unas tontas letras que me dicen las personas que sonríen cuando lloro, y los que lloran cuando estoy triste; al igual que habla de esas que te dan la mano cuando te caes y esas otras que te la dan cuando quieren apartarte de su camino.
Hoy he vuelto a sentir ese vértigo recorrer mi cuerpo, y he sentido naúseas; ganas de vomitar los malos recuerdos y despertar de la pesadilla. Pero cuando te acuerdas de que los pellizcos te despiertan del sueño, te das cuenta de que, lo que consideramos un sueño, no es sino la cruda realidad. Esa realidad que no se puede masticar, ni digerir; que no se puede cambiar, ni maquillar
Odio esos momentos en los que me veo inquieto entre la espada y la pared. Esos momentos en los que me considero un extraño de la vida, y me miro ante un espejo que refleja las sombras de la incertidumbre, tras mis ojos.
Abro los ojos ante el mundo y sonrío.
Hoy no seré yo quién se pregunte sobre lo que no tiene respuesta, ni sobre aquello que no quiero responder; ya ha pasado la época en la que me dolía el murmullo de los árboles y temía el ir y venir de las olas.
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