jueves, 21 de abril de 2011

La vida se divide entre lo horrible y lo miserable


 Vengo diciendo que la vida no merece ningún respeto por mi parte, pero he de respetarla por cuestiones de salud.

He de decir que la gente me decepciona constantemente. Quizás el problema sea yo, que busco la perfección en todo, pero ¿qué hago? si sé que la perfección no existe. Viejo cliché, diréis. Supongo que me da miedo pensar que esto es lo único que me queda y, si nada me espera, al menos odiar llenará mi vacío. Y podéis pensar que soy trágico y pesimista; ¡tenéis tanta razón! Uno se sienta a pensar cuando puede y no le gusta ver los resultados; uno siempre acaba pensando en lo mismo, acaba haciéndose las mismas preguntas y, después de toda una vida, los resultados concluyentes son que, al parecer, el mundo no ha aprendido a amar. 

Y sabéis, lo bonito es que mañana volveré al lugar de siempre, con lo de siempre. Este "siempre" es la rutina de siempre, perdonen que me aproveche tanto del complemento circunstancial, pero dadas las circunstancias...

Quizás me engañe y todo esto no sea bonito, sino trágico o quizás no importe; hay tan pocas cosas que me importan en la vida pero que me importan tanto. Es como si estuviese encasillado en algún sitio, creo que todos lo estamos. Veréis, es como si no hubiéramos avanzado nada en comprender los misterios de la vida. Lo único que sabemos es que se termina y que eso de la cigüeña con los bebes era una bonita mentira.

No puedo estar seguro de algo, digamos que no estoy seguro de nada. Uno se sienta cada día y, por mucho que piense, o saca conclusiones erróneas o conclusiones nulas. No sé qué es peor, en estos momentos de la vida, cuando uno quiere respuestas, lo mejor que puede hacer es ir al instituto e intentar comprender los misterios de la vida entre las lecciones de economía y latín o, si te van más las historias rebuscadas, siempre puedes ir a misa, allí no tienes que buscar las respuestas, te las dan en una hora y lo que tarda el cura en beberse el vino. Cuando llega la hostia (¡y no veas que golpe!) el mundo tiene mucho más sentido.

Hasta hace poco seguía pensando que eso de la religión era una estúpida farándula de necios. ¡Joder! la última vez que fui a misa con buenas intenciones fui a confesar que nunca tuve buenas intenciones. La  verdad es que ahora creo que no importa en lo que crea. Después de la vida, venga lo que venga, no puede quedar mucha vida. Y, pongo especial énfasis, esta es mi humilde perspectiva del mundo. Lo bonito de todo es que no me queda más que vivir del cuento, aunque no me guste este cuento o aunque sepa que el protagonista (es decir, yo y mis jodidas circunstancias) muere al final. 

¡Sálveme quien pueda!
  
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