lunes, 21 de marzo de 2011

Cuando el olvido nos encuentre


En aquel momento, no sabría decir lo que sentí. Alguna extraña solución química de pena y rabia, quizás de dolor y angustia, de quedarse en silencio e implorar no llorar, porque llorar es la gota que colma el vaso; porque nunca me enseñaron a llorar con dos ruedas.

Pero allí estaba yo, un yo que no yo, que sólo existe cuando las casualidades se tuercen tanto que lo mejor es quedarse quieto y esperar a que pase la tormenta. Por eso me meto en la cama como si así solucionase el problema, es posible que tan sólo lo esconda entre sábanas tortuosas y frías. Entonces no desprendía calor.

Quería correr y encontrarte. ¿Por qué el reloj no se detenía? ¿por qué coño el mundo seguía girando? ¿no se dan cuenta de que te has ido? Tan sólo se dan cuenta de ignorarte; de que el dolor es un monólogo interior sin eco, sin oyentes, tan sólo tú de espectador y las putas ganas de romper ventanas. Otra vez esa evasión caótica de romper los trastos o cualquier cosa de valor. ¿Mi corazón? ya estaba roto.

Ahora, ha pasado algún tiempo, veo las cosas con la perspectiva de que el olvido ya ha calado y ha cicatrizado ciertos miedos. Lo bueno del olvido es que no recuerdas haber recurrido a él, así que todo pasa y te sientes victorioso. Pobre ingenuo me diría, pero quizás peco de falta de entusiasmo.

La verdad, nada más que la verdad y solamente la verdad es que no te he olvidado. ¿Efectos secundarios? ¿la medicina funcionó? Supongo que lo que ha pasado es que calaste demasiado hondo, quizás fuiste algo más que una relación juntos, algo más que unos meses de vida, algo más que un sin palabras, esto no puedo explicarlo...



2 comentarios:

  1. Qué desolación, qué desesperación...
    Quién no se habrá sentido así alguna vez.
    Al principio no lo entendía bien, pero luego ya lo fui comprendiendo.
    Experto en describir situaciones difíciles y dolorosas en textos que se leen del tirón: Mr Sergio Carrión.

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