Si hubiese sabido llorar entonces, quizás las cosas hubiesen cambiado, un poco puede, mucho espero. Pero yo nunca he sabido hacerlo, y por hoy me duele ignorar esa técnica tan dramática que, por aquel entonces, pudo haber salvado lo nuestro.
¿Y el orgullo? ¿qué decir de él? El orgullo se me da bien, lo comprobé Aquella tarde. El orgullo. No hago nada cuando quiero, no corro cuando ladran mis pies por alcanzarte y, cuando debería llorar, quizás me río y se me secan los ojos para adentro. Así es el orgullo, todo lo contrario. Y si lo hubieses sabido, quizás entonces, ahora sería distinto y me ahorrarías estas palabras y pecaríamos de amor eterno, como siempre.
Aquella tarde, ¿recuerdas? Aquella tarde de otoño, de hojas cayendo sobre nosotros, de hojas muertas bajo los pies descalzos, del viento jugando con tu pelo y con mis sentimientos. Aquella tarde nosotros también éramos dos inocentes y delicadas hojas que caminaban por ese camino desierto de personas y de sueños. Aquel camino en cuya ausencia nos sentíamos más poderosos y creíamos que nuestro era el mundo entero. ¡Somos los reyes del mundo! gritábamos, y nadie nos oía. Ya ves, estábamos más solos que ninguno.
Y en Aquel momento de Aquella tarde, cuando el silencio se coló entre tu boca y la mía, y cuando estábamos sedientos de algún extraño beso de última hora que ninguno reconocía. En aquel momento nuestras miradas ya eran conscientes, estaban frías y quizás vacías. Y nuestros pasos más lentos, como retrasando lo inevitable, como sabiendo que, a pesar de todo, el mundo seguía girando y el tiempo no se detenía. ¿Por qué no paramos allí y recurrimos a algún ingenuo abrazo que lo arreglase todo? ¿El orgullo? Supongo que, después de todo lo que hemos vivido, después de todo el amor, después de todo el sol y toda la lluvia, después de tantas comidas y cenas, y películas de amor y risa, después de tanto, puede que esto del amor sea como dice la gente.
¿Y el orgullo? ¿qué decir de él? El orgullo se me da bien, lo comprobé Aquella tarde. El orgullo. No hago nada cuando quiero, no corro cuando ladran mis pies por alcanzarte y, cuando debería llorar, quizás me río y se me secan los ojos para adentro. Así es el orgullo, todo lo contrario. Y si lo hubieses sabido, quizás entonces, ahora sería distinto y me ahorrarías estas palabras y pecaríamos de amor eterno, como siempre.
Aquella tarde, ¿recuerdas? Aquella tarde de otoño, de hojas cayendo sobre nosotros, de hojas muertas bajo los pies descalzos, del viento jugando con tu pelo y con mis sentimientos. Aquella tarde nosotros también éramos dos inocentes y delicadas hojas que caminaban por ese camino desierto de personas y de sueños. Aquel camino en cuya ausencia nos sentíamos más poderosos y creíamos que nuestro era el mundo entero. ¡Somos los reyes del mundo! gritábamos, y nadie nos oía. Ya ves, estábamos más solos que ninguno.
Y en Aquel momento de Aquella tarde, cuando el silencio se coló entre tu boca y la mía, y cuando estábamos sedientos de algún extraño beso de última hora que ninguno reconocía. En aquel momento nuestras miradas ya eran conscientes, estaban frías y quizás vacías. Y nuestros pasos más lentos, como retrasando lo inevitable, como sabiendo que, a pesar de todo, el mundo seguía girando y el tiempo no se detenía. ¿Por qué no paramos allí y recurrimos a algún ingenuo abrazo que lo arreglase todo? ¿El orgullo? Supongo que, después de todo lo que hemos vivido, después de todo el amor, después de todo el sol y toda la lluvia, después de tantas comidas y cenas, y películas de amor y risa, después de tanto, puede que esto del amor sea como dice la gente.
¿Qué decían del amor? Que es ciego
La banda sonora de tu blog me pone los pelos de punta, ¡genial!
ResponderEliminari follow you :)