miércoles, 21 de septiembre de 2011

Un saludo para el amor de mi vida


Al final te perdí entre las brumas de un perpetuo silencio. Un silencio en el que muchas palabras de amor murieron en la punta de la lengua. Y si me quisiste, y si este amor fue recíproco en ambos, eso nunca lo sabremos y, sólo puedo decirte: adiós. Adiós es el punto y final de esta historia y bueno, si me permites, me guardaré la vieja fotografía de nuestro primer beso de miradas.

Ahora llega el otoño y volveré a pisar hojas secas y a perderme en el crujido que emiten al romperse. Creo que mi corazón haría ese mismo sonido de no ser por el silencio, ¿lo recuerdas? aquel perpetuo silencio kilométrico que nos convirtió en desconocidos. Y, sí, yo me lo busqué, me lo merezco. Confieso que soy un cobarde y que nunca pensé en dar el primer paso. Pero yo soy así, aprendí que el amor puede jugar con el corazón de una forma monstruosa y, excusándome, diré que mi corazón se ha roto tantas veces que ahora parece un puzzle de mil piezas.

Además de adiós, quisiera decirte que te quise (mucho). No te extrañe, tú fuiste la mujer perfecta. Y ahora he de olvidarte por cuestiones existenciales. He de cerrar el corazón con fuerza y girar los ojos hacia otra parte, mirar allí donde tú no seas, no existas, no estés, allí donde no me alcances. Un trágico adiós, me temo. Nunca me enseñaron un final feliz para estas historias.



Y, ya está. Adiós.