sábado, 30 de abril de 2011

Nunca hablábamos de lo que hablábamos


Corrías tan hermosa por aquel bosque, con la luz de aquella Luna reflejada en tu mirada. ¿Qué es la perfección?, me preguntaba. Y allí, tan lejos del mundo, en la oscuridad de tu recuerdo, donde eras inalcanzable. Allí encontré la perfección. La perfección en ti, en todo lo tuyo, en todo lo tuyo que no será jamás mio, porque yo no sería capaz de soportar tanta belleza. Porque yo formo parte de lo horrible del mundo y tú mereces el silencio de la luz del Sol sobre tus rostro.

Corrías por aquel bosque lleno del profundo aroma de tu pelo. Aquel bosque de recuerdos donde el viento soplaba con el eco de tu nombre. Aquel bosque donde el aire se escapaba de uno de esos besos que palpitan en los labios. Y allí, tan lejos del mundo, lejos de lo de siempre, lejos de la distancia que nos hace olvidar. Allí comencé a amarte. Amarte con todas las sílabas tónicas y átonas del mundo. Con toda la fuerza con la que un hombre puede amar a una mujer y perderse en algo indescriptible, quizás en un pasión infinita, quizás en un amor tan hondo que ahoga. 

Ya ves, así es el amor que siento. Oscuro y dulce. Profundo y secreto. Y después de todo no siento nada. Soy como una piedra, aunque supongo que no siempre fui así. Supongo que alguna vez fui como cualquiera. ¿Cómo es cualquiera?, te preguntarás. Pues cualquiera es como cualquiera. Cualquiera hemos sido todos alguna vez. Y llega un punto en la vida en el que no queremos seguir así; unos corren y dejan atrás el problema, otros se paran y el problema los deja atrás. En las dos opciones escapamos de sentirnos iguales, pero sinceramente, hoy en día cualquiera puede ser distinto e igual al mismo tiempo.

"La vida suele portarse así, y la verdad, es más fácil el camino largo. Pero es más largo."
Big Fish 

miércoles, 27 de abril de 2011

Sobre el amor y la vida


Así pues es el amor. Una experiencia algo traumática que deja un buen sabor de boca. El amor, vaya, ¿quién sabe sobre el amor? Me es muy difícil decir si es algo bueno o malo. Sí, claro,  diréis que el amor es algo bueno y bonito. Vaya, "Estar enamorado es lo mejor que me ha pasado en la vida" dirá el enamorado. Pero, ¿qué pasa cuando no hay amor? es decir, cuando estás lleno de nada, cuando quieres pero no tienes, cuando por mucho que ames no puedes dejar de odiar la idea de que estás solo y, como digo, por mucho amor que tengas, no tienes nada.

Como siempre volvemos al lado pesimista de la vida. Tiene gracia porque yo me considero un hombre positivo, siempre he visto el vaso medio lleno pero es cierto que lo vi medio lleno de veneno. Y eso es todo lo que se puede decir de mi, que ando entre lo horrible y lo encantador, danzando como un funambulista por la cuerda floja (¡y vaya si está floja!). 

Supongo que si algo he aprendido en la vida es que si esperas el golpe, éste duele menos. Quizás, ahora que  lo pienso, me gusta ver el lado negativo de las cosas para estar preparado, por si duele. Pero vamos, así es la vida y, ¿qué queréis que os diga? si sólo sé que no creo en nada y que baso las respuestas en preguntas sin signos de interrogación.

 "No te tomes la vida en serio. Al fin y al cabo, no saldrás vivo de ella"

domingo, 24 de abril de 2011

Olas que erosionan


¿Cuándo se acabarán las fuerzas que tengo? ¿Cuándo llegará el punto y final que lo concluye todo? Aquí, ahora. Llevo más tiempo del que cabe en un reloj desorientado. En el mismo sitio, como un barco oxidado varado en la orilla de siempre.

La marea sube, la marea baja; la marea va y viene al mismo compás del viento bailando en el hechizado cielo. Tan acostumbrado, tan ahogado; como siempre. Resignados a envejecer los días y yo mientras tanto muriendo, como todos. Pero yo me distraigo contando y eso muere un poco más, por si acaso es poco.

Y no obstante, llegado el momento, he de decir que no queda otra cosa que esto. Así pues, si no hay nada más (ni nada menos) al final queda amoldarse a las olas y que éstas erosionen al paso.

Agradezco la pérdida de tiempo.

¿Saben ustedes? yo creo que más bien saben que ignorar, que por saber, no lo ignoran todo. Y dicen que no merece la pena preguntarse por la vida; dicen tantas cosas y yo me callo, porque de tantas palabras la mitad no tienen ni eco y mueren en la punta de los labios o en el precipicio del silencio.

Oye, no me hagan caso. Estoy cansado de algo. No sé, quizás de todo. No sé, quizás de nada. Quizás estoy de todo y según me pillen lo estoy de nada. La vida es así, concluyo. La vida es un no ser, decían. La vida ¿qué voy yo a decirles? si lo único que hago es aquí y ahora.

¿Qué voy yo a saber de la vida? si lo único que sé son olas que erosionan.

viernes, 22 de abril de 2011

Tempus fugit



Sabes, hoy me he dado cuenta de que el tiempo pasa muy rápido. Siempre lo dicen, mi madre me lo decía, mi abuela me lo decía. Uno acaba rompiendo relojes para matar el tiempo. El tiempo pasa tan rápido, ya casi ni recuerdo las viejas tardes que pasó por aquí; por mi vida digo. Suelo pensar muchas veces que, con un poco de imaginación, podemos contactar con nuestros "yo" futuros. Sólo hace falta pensar que cuando seamos viejos veremos estos momentos como lejanos y que, más o menos, nos hemos comunicado a través del tiempo. Cosas raras, continuen con la lectura.

Esto del tiempo es relativo. Es relativo porque no siempre pasa igual. No me malinterpretéis, un segundo es un segundo; un minuto un minuto y una hora, hora es. Pero todos sabemos que hay cosas que se pasan volando y otras que se pasan andando, y otras que no pasan y dejan cicatriz. El tiempo es un misterio, veis que para misterios no hay que preguntarse por la vida. El tiempo, si yo supiese, pero nadie sabe. Unos incluso dicen que no existe. Verás, yo sólo creo que paso, y que mido mi paso en segundos, aunque también lo podría medir en veces que se produce un eclipse de Sol, ¿os imagináis? "¿Cuántos años tienes? Pues mañana cumplo 14 eclipses solares" No lo veo, me han acostumbrado a la costumbre del reloj de pulsera.

Y bueno, uno se da cuenta de lo fugaz que es el tiempo cuando se para a pensar en el pasado. Si piensas en el futuro dices "Vaya, aún queda mucho" y si lo haces en el pasado dices "Vaya, hace mucho de eso" o "Ha llovido mucho desde entonces" (aunque no haya llovido mucho, a nadie le importa).

Y, en fin, sólo quería recordaros ese tópico latino: Tempus fugit. Sí, lo hemos oído tanto que ya no tiene sentido. Forma quizás parte de ese grupo de palabras que explotamos porque nos parecían importantes, pero a las que no hemos sabido darles el debido uso. 

Sin alargarme más. Tempus fugit. Y esta vez sí que sí; fugit, pero fugit y no vuelve. Supongo que aún estamos a tiempo de recuperar el tiempo que podemos ganar. Me refiero, recuperar el tiempo que aún no ha pasado. Suena lioso pero no lo es, me explico, aún podemos hacer con lo que nos queda lo que queramos. Aún, pues, podemos ganar lo que no hemos perdido.

Y, ya está, no hay más. No necesitas más. Sólo un tópico latino (Tempus fugit) disfrazado de martillo para que vaya golpeando en tu cabeza (que no tu reloj) y te te des cuenta de que el tiempo, o las eclipses de Sol, sea como sea, se esfuman. Y no seamos trágicos. Sólo me gustaría que vivieseis el tiempo que os queda por ganar. Apúntate en una hoja "Tempus fugit" y pégala en un lugar donde la veas al despertar. Así cada día que despiertes recordarás que estamos de paso, como bien dijo un señor que no fue a ninguna parte.


Annie


Yo que pensaba que nuestro amor era infinito como las horas. Y ahora veo que el amor que teníamos no llegaba ni a tocar la punta de los pies. Oye, hemos logrado un record en estar equivocados. Al menos de nuestro amor sacamos en limpio que el amor puede jugar muy sucio.

Experiencias de la vida, esa es la idea. Y de malo o bueno nada, sólo experiencias que marcan y poco más, y quizás nos quedamos con ganas de un suficiente. Acepta el notable y parte en el taxi de los dos besos por mejilla. Hemos conseguido una rutina a medias. 

Y yo que creía que el mundo se acababa con ella, y sólo se acaba el mundo de siempre. A estas horas de distancia, cuando hace ya muchos metros que se fue, la locura en pastillas efervescentes que tomé ha efectuado cambios de conciencia y, sinceramente, todo va algo mejor. No es que vea el mundo con colores, no he fumado marihuana, simplemente digo que me trago la telenovela sin pasarlo mal.

Yo estoy bien pese a lo cansado que me deja odiarla. Y cuando me canse de sudar sus fotos rotas, entonces es posible que sea como siempre. Supongo que no ha cambiado mucho y que, tarde o temprano, cuando, como dicen, llueva mucho en mi vida, supongo que podré darme cuenta de que sigue siendo ella. Oye, que cuando le decía que era perfecta es porque lo era. Y, si eres de esas personas que no creen en la perfección, os diré que ella era la persona menos imperfecta que uno se puede encontrar cuando va caminando pensando qué pensará la gente. 


 Yo rompí con Annie y aún no la he podido olvidar

jueves, 21 de abril de 2011

La vida se divide entre lo horrible y lo miserable


 Vengo diciendo que la vida no merece ningún respeto por mi parte, pero he de respetarla por cuestiones de salud.

He de decir que la gente me decepciona constantemente. Quizás el problema sea yo, que busco la perfección en todo, pero ¿qué hago? si sé que la perfección no existe. Viejo cliché, diréis. Supongo que me da miedo pensar que esto es lo único que me queda y, si nada me espera, al menos odiar llenará mi vacío. Y podéis pensar que soy trágico y pesimista; ¡tenéis tanta razón! Uno se sienta a pensar cuando puede y no le gusta ver los resultados; uno siempre acaba pensando en lo mismo, acaba haciéndose las mismas preguntas y, después de toda una vida, los resultados concluyentes son que, al parecer, el mundo no ha aprendido a amar. 

Y sabéis, lo bonito es que mañana volveré al lugar de siempre, con lo de siempre. Este "siempre" es la rutina de siempre, perdonen que me aproveche tanto del complemento circunstancial, pero dadas las circunstancias...

Quizás me engañe y todo esto no sea bonito, sino trágico o quizás no importe; hay tan pocas cosas que me importan en la vida pero que me importan tanto. Es como si estuviese encasillado en algún sitio, creo que todos lo estamos. Veréis, es como si no hubiéramos avanzado nada en comprender los misterios de la vida. Lo único que sabemos es que se termina y que eso de la cigüeña con los bebes era una bonita mentira.

No puedo estar seguro de algo, digamos que no estoy seguro de nada. Uno se sienta cada día y, por mucho que piense, o saca conclusiones erróneas o conclusiones nulas. No sé qué es peor, en estos momentos de la vida, cuando uno quiere respuestas, lo mejor que puede hacer es ir al instituto e intentar comprender los misterios de la vida entre las lecciones de economía y latín o, si te van más las historias rebuscadas, siempre puedes ir a misa, allí no tienes que buscar las respuestas, te las dan en una hora y lo que tarda el cura en beberse el vino. Cuando llega la hostia (¡y no veas que golpe!) el mundo tiene mucho más sentido.

Hasta hace poco seguía pensando que eso de la religión era una estúpida farándula de necios. ¡Joder! la última vez que fui a misa con buenas intenciones fui a confesar que nunca tuve buenas intenciones. La  verdad es que ahora creo que no importa en lo que crea. Después de la vida, venga lo que venga, no puede quedar mucha vida. Y, pongo especial énfasis, esta es mi humilde perspectiva del mundo. Lo bonito de todo es que no me queda más que vivir del cuento, aunque no me guste este cuento o aunque sepa que el protagonista (es decir, yo y mis jodidas circunstancias) muere al final. 

¡Sálveme quien pueda!
  
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lunes, 18 de abril de 2011

20%


 
Después de tanto tiempo que hemos vendido al olvido, después de tantas gilipolleces de la vida, de tantos golpes en el corazón, de tantas carreras por llegar el primero, de tantos "tantos" llenos de recuerdos. Verás, supongo que eres más difícil que cualquier palabra. Supongo que eres más que un cuerpo, más que un nombre, más de lo que se podía intuir mirándote a los ojos, porque tus ojos siempre me reflejaban a mi y yo, me di cuenta demasiado tarde, yo nunca estuve en ti. 

Es trágico que uno pierda en un beso todo aquello que creía valioso. Al parecer, cuando has perdido todo encuentras la libertad, o eso decían, no estoy muy seguro. Lo que si encontré fue una especie de noctambulismo con olor a tu perfume; de viejas malas costumbres que no me conseguía quitar, como decir tu nombre en vez de otros, como confundir tu silueta  por las calles de farolillos venecianos, o creer verte en aquel café del barrio irlandés. No sé, oye, que creo que has conseguido lo que te proponías. Buen trabajo cariño. Has conseguido un amor de cicatriz, un amor sin confianza y, pese a la distancia, un amor de un irracional recuerdo. Pero yo ya no te quiero recordar.

Y ahora te contaré la segunda parte de esta historia. Imagínate, a continuación, si yo te viese a ti, si nos viésemos por la calle o por algún rincón del mundo en el que tú sigas siendo tú y yo siga siendo yo, y ambos hayamos compartido una relación estable durante algún tiempo y ahora se haya caído y se haya roto, como cualquier objeto de cristal; nuestro amor era igual de frágil e igual de hermoso. En ese hipotético caso de encontrarnos, lo único que nos quedaría es fingir. Verás, supongo que encima de mentirosos somos orgullosos. No podremos ni estar enfadados ni tristes; lo bueno de todo esto es que al final nos tragamos nuestro propio cuento y, ¡increíble!, un día tan sólo ocupas el 20% de mis pensamientos y, más increíble aún, ese 20% no me ha hecho sufrir.


Supongo que al final tenía razón aquel que dijo que al perderlo todo encontramos la libertad. 


"Hello darkness, my old friend
I've come to talk with you again
Because a vision softly creeping
Left its seeds while I was sleeping
And the vision that was planted in my brain
Still remains within the sound of silence
"

Sound of silence


domingo, 17 de abril de 2011

Los puntos medios de la vida


Creías que callada apagarías el sonido del amor cuando se rompe. Yo creía que a más metros de tus labios el olvido estaría más próximo. Supongo que seguimos siendo pese a todo principiantes en esto de amar con los ojos vendados. Y yo que creía que en el amor bastaba con querer a alguien y ahora me sales con el cuento de que también es necesitarla. Bueno, verás, tampoco importa. Yo te quiero, pero como ves no te necesito. Y sin embargo, ahora que no te tengo te necesito. Sabes, creo que esto del amor es una paradoja. ¿Por qué siempre te quiero pero sólo te necesito cuando no te tengo, y luego cuando te tengo no te necesito? Y si el amor es como tú dices: el punto medio de amor y necesidad; supongo que estamos predestinados a vivir a ciertos kilómetros de distancia, para poder tenerlo todo en su justa medida, porque hemos comprobado que el exceso de felicidad lleva a la locura, y quizás el exceso de tristeza nos conduce al dolor. ¿Dolor o locura? creo que el punto medio es quererte. 

...quererte es morir y resucitar al mismo tiempo.

viernes, 15 de abril de 2011

¿En qué mundo de locos vivimos?



Veréis, uno siempre está preguntándose cosas difíciles de responder. Y ya no me refiero a si Dios existe o si habrán mujeres en el cielo; tenéis que entender que ya soy mayorcito y esas preguntas ya las respondí con mi primera eyaculación adolescente. Considero que en la vida hay preguntas esenciales, mucho más importantes como, por poner un ejemplo, qué es la felicidad, cómo se logra. Y aquí cada uno piensa lo suyo; y supongo que por eso hay tantas guerras, y tantos bombardeos, porque cada uno mira el mundo con sus propias gafas y se ata los cordones con un nudo diferente; yo aprendí como pude, creo que aquí todos somos autodidactas. 

Con todo, he estado pensando que siempre nos hacemos muchas preguntas. Supongo que esa es una razón para afirmar que dentro de unos años las margaritas se habrán extinguido, ya sabéis, la vieja manía de deshojar a las margaritas con el "Me quiere o no me quiere" con el "Sí o no" o con el "Rajoy o Zapatero". Ya veis, hemos caído demasiado bajo. Si las margaritas hablases nos mandarían a la mierda y supongo que ganarían las elecciones algún partido ecologista y, no me malinterpreteis, a mi me parece bien eso de las ropas de caucho,  y  la comida vegetariana, y la reforestación y el nudismo. En mi opinión los encantos del nudismo saltan a la vista.
 
A posteriori, me importa una mierda. En mi opinión, la sociedad se está consumiendo de tanto hacerse preguntas. "Si algo es infinito, a parte del Universo, es la estupidez humana" algo así dijo alguien, y mucha razón tenía. La estupidez humana que se disfraza de insistencia. Nos hacemos preguntas para pasar el tiempo, para no tener que luchar contra el silencio, o para no tener que contar millones de ovejitas para poder dormir. Las preguntas son indispensables hoy en día, tanto como lo puede llegar a ser el sexo, aunque aquí cada uno tiene un tratamiento personalizado.

Por eso, pienso que la vida de las personas está llena de insistencia, de locura. La vida es algo irracional y supongo que nosotros seguiremos intentando buscarle tres gatos al pie. Así que, buena suerte y espero que no dejéis las respuestas más importantes en manos de margaritas crueles. Uno nunca sabe con qué margarita se puede encontrar.



jueves, 14 de abril de 2011

La ingenua hoja



Antes de empezar la lectura, perdonadme si os molesto pidiéndoos un favor. Si empezáis a leer, leedlo todo. Veréis, esta historia me es muy triste. La he rescatado para vosotros, para ti. Para aquel que quiera, desde principio a fin, conocer a mi amiga la ingenua hoja
            




Vivía una vez en un lejano árbol de un bosque, una ingenua hoja de ojos marrones y piel verde (era como la hoja que nos viene a la cabeza si pensamos en un hoja). Aquella ingenua hoja se creía especial porque pensaba de una forma distinta a todas las demás hojas del árbol. Aquella hoja, al contrario que las demás hojas, lo único que quería era caer del árbol para conocer el mundo que se extendía más allá de las raíces. Esta hoja era tomada como una loca, pues todos sabemos que una hoja no sobrevive más de un día caída del árbol. Por desgracia, aquella ingenua hoja creía que todo eso eran cuentos que los padres, las hojas mayores, contaban a sus hijos, las hojas menores, para que no se escapasen del árbol. Y os digo, para los interesados en avisar a la hoja, que esta historia sucedió hace mucho tiempo, porque ¿cómo sino os la podría contar?

Y llegó el día en el que la hoja decidió, por fin, caer del árbol y poner en marcha su aventura. No le resultó muy difícil dejar el árbol, sólo tuvo que pedirle a un oruga bondadosa que se balancease sobre ella y, de esta forma, la hoja adquirió tal peso que calló al suelo bailando mientras tanto con el viento, al que tantas veces había oído cantar, gritar y pelearse con otras corrientes de viento (corrientes del Sur sobretodo).

Una vez en el suelo, la ingenua hoja se preguntó a dónde debía dirigirse; qué es lo que quería visitar, dónde pasaría la noche y las típicas cosas que una hoja se pregunta cuando cae del árbol. Así que, puesto que era una hoja muy organizada, sacó un mapa del lugar en el que una hoja guardaría un mapa y trazó el camino que seguiría, apuntando además los puntos donde podría darse un baño, comer algo o, obvio es, recibir asistencia médica en el caso de que alguien la tomase por una oruga y la pisase; hay niños que se divierten haciendo eso. 

He de decir que cuando la hoja aún está en el árbol vive totalmente atendida. Las hojas del árbol sólo hacen ejercicio mecidas por el viento. No engordan porque todas son vegetarianas; porque imagináos, imagináos que las hojas engordan y caen en verano o en invierno y no en otoño como deben. En este caso el otoño se pondría furioso y dejaría de trabajar y las otras estaciones se estresarían y habrían más meses estivales, más meses invernales y, lo peor de todo, habrían más alergias primaverales. Ya veis lo importante que es que una hoja siga una estricta dieta y que el viento las sople de vez en cuando. Pese a todo, algunas hojas dejan la dieta de lado y se llenan de sabia y caen al suelo y mueren al poco tiempo. No les reprocho nada ¿sabéis lo duro que es el divorcio matrimonial de una hoja? Muy, muy duro.

Sabida pues la fama de vagas que tienen las hojas; tengo el deber de informar que las hojas fuera del árbol hacen mucho ejercicio. Caminar unos metros es algo que les cuesta porque no están acostumbradas a moverse mucho en su vida. Por eso, a las pocas horas de caer del árbol la ingenua hoja estaba exhausta, dolida y muy, muy (no os lo podéis ni imaginar) sedienta. Porque las hojas si no beben algún líquido regularmente se deshidratan, y cuando las hojas se deshidratan se vuelven muy frágiles y corren el trágico riesgo de que alguien las pise en ese momento. En ese caso, la hoja queda reducida a trocitos escarchados. 

Imaginaos pues, cómo debió sentirse la ingenua hoja cuando empezó a sentir que su piel se secaba. Empezó a gritar y a adoptar posiciones extrañas queriendo llamar la atención de las hormigas para que la llevasen a alguna zona de sombra y quizá retrasar lo inevitable. Para ello adoptó la posición de un trozo de pan, porque a las hormigas, todos sabemos, les encantan mucho los trozos de pan (sobretodo si es pan tostado). Pero a esas horas de la mañana, aunque hacía buen día (y es bien conocida la costumbre de las hormigas de tomar el Sol); he de decir que aquella ingenua hoja no encontró a nadie que pudiera socorrerla. 

Llegados a este punto de la historia, pensaréis que aquella ingenua (y ahora deshidratada) hoja, había hecho mal en saltar del árbol. Hemos podido comprobar que no duró ni un día lejos de su casa, lejos de sus amigos, de sus tíos y primos, del olor a tronco y de las consquillas de las hormigas andando por su espalda.

No penséis, ni por un momento, que la hoja estaba triste. Para nada; recuerdo que la hoja solía decir que si las situaciones comprometidas son ocasionadas por decisiones voluntarias, estas situaciones comprometidas pasan a ser situaciones derivadas del instinto libre, por naturaleza primitivo, de cualquier decisión. Aquella ingenua hoja estaba contenta. Después de todo, estaba donde había querido estar toda la vida, y quizás si las consecuencias eran malas, la libertad era total, y no le importaba pagar el precio de la libertad.

. . . .

Veréis, en mi opinión, la sociedad es como las hojas que se quedaron en el árbol. Supongo que la mayoría de nosotros no está dispuesto a pagar el precio de la libertad. Preferimos vivir en el árbol y preferimos hacernos viejos con el paso del tiempo.  No cicatrizar. Preferimos quizás que el viento nos dirija, cuando el viento, por naturaleza, sopla por el arte de volar.

¡Qué las cosas sigan su curso! diréis. Supongo que es una opción tentadora, ¡estamos tan acostumbrados a las costumbres! Pero, he de decir que cuando me encontré con aquella ingenua hoja postrada en el suelo, ya medio loca, medio olvidada, recuerdo que la miré a los ojos y me vi sorprendido por la felicidad que emanaba de estos. Veréis, yo siempre quise ser feliz. El precio de la libertad es muy duro pero supongo que, como bien nos ha enseñado la vida, el camino más duro es además el más recompensado.



FIN





Mi amiga la ingenua hoja; cuando la encontré



lunes, 11 de abril de 2011

Aún no ha pasado nada




¡me gusta pelear contigo!

Me gusta saber que no pierdo la esperanza de encontrar las respuestas, que soy masoquista a la hora de alcanzar las estrellas y permanecer bajo el agua sin respirar. Me gusta sangrar y pasar miedo. Llorar y añorar. Me gusta levantarme cada mañana y tener sueño; levantarme y tener legañas. Me gusta quemarme la lengua con la leche caliente cuando tengo prisa. Me gusta estar feo y no ser perfecto. Ver que no soy como esas personas cuadriculadas de la televisión. Me gusta ver que sigo siendo yo mismo, que cometo mis errores e intento buscar inmediatamente su solución. Me gusta hacerme cosquillas en el brazo y acariciar las mejillas, hundir los dedos en tu pelo y dormir junto a ti. Me gusta acariciar a mi perra y hablarle con acento de tonto, por si me puede entender. Me encantan los bebes y sus miradas de incomprensión, sus risas sinceras y sus manos pequeñas. Me gusta salir por la mañana y que el fuerte sol me haga cerrar los ojos. Me gusta tropezar por la calle con ese bordillo que siempre me hace tropezar. Me gusta esa parte de la canción que tiene una entonación especial. Me gusta esa expresión de ojos, esa sonrisa que me hace sonreír. Me gusta cuando llueve y luego sale el sol Me gusta el arcoiris, siempre pienso que no hay uno igual. Me gusta soñar despierto, ilusionarme con algo que no conseguiré. Me gusta quedarme rápidamente dormido y acordarme de los sueños al despertar. Me gusta que los curasanes estén llenos de chocolate. Que las galletas se pongan más blandas con la leche. Que el zumo de naranja no esté ácido. Que una película me haga llorar. Me gusta que el mundo siga corriendo, que no se pare a pensar en mi. Me gusta saber que soy uno más del montón. Me gusta oler el jazmín, coger la flor y apretujarla. Me gusta ponerme mucha colonia, aunque luego me arrepienta. Disfruto viendo el amanecer. También me encanta el atardecer, la muerte del día, el ocaso del sol. Me gustan los funerales divertidos. No me gusta llorar por causas perdidas, ni toser tres veces seguidas (suelo toser sólo dos veces). Me gustan los buenos modales y decir "gracias", "por favor" o "que aproveche" Me gusta la brisa del mar. Comer los macarrones de mi abuela. Me gusta reírme viendo las series. O sentir la tensión en el cuerpo cuando sucede algo inesperado. Me gusta bailar bajo la lluvia. Cantar bajo la lluvia. Y andar bajo la lluvia con cara de "no me importa mojarme un poco" Me gusta lanzar esas miradas intensas, que siempre quieren decir cosas. Me gusta pensar en cosas extrañas y pensar que sólo yo pienso así. Me gusta ser distinto y propio. Me gusta que reconozcan lo que se me da bien. Disfruto cuando vuelven a mi recuerdos perdidos de la infancia, o olores que hacía tiempo que no olía. Me encantan las sorpresas y los regalos. Soplar las velas de las tartas y pedir un deseo. Me gusta pedirles cosas a las estrellas fugaces aunque sé que no se vayan a cumplir. Coger los abuelos y soplarlos al cielo, pensando que si no suben mis sueños no se realizarán. Me gusta ser negativo y positivo, es decir, ser de todo un poco, probar cualquier sabor. Me gusta ver el cielo lleno de estrellas. Me gusta imaginar cosas. Me gusta cantar en la ducha y en el baño, con el peine como micrófono. Me gusta cocinar y fingir que la comida me ha salido bien. Me gustan los postres y los entrantes. Me encanta la CocaCola. Me gustan los libros que trasmiten mensajes, o simplemente los que consiguen que salga de mi habitación. Me gusta el pasado y lo antiguo. Lo alternativo y lo internacional. Las fresas con nata y el melocotón. Me gusta Quentin Tarantino, Woody Allen, Tim Burton y Stanley Kubrick. La música de The Killers, Love of lesbian, The Strokes; la voz de Julian. Me gustan las letras de Sabina y el ritmo de MGMT. Me gusta La historia interminable porque aunque termine, no terminó en mi. Me gusta saborear el momento, imitar a Sherlock Holmes y darme cuenta de esas cosas que todos pasaron por alto. Me gusta esta vida con sus pros y sus contras, con su debilidad y sus pesares. Me gusta seguir vivo, aunque no tengo miedo a morir. Me gusta no gustarme mucho y ya es suficiente.
    
...me gusta ver que aún no ha pasado nada

viernes, 8 de abril de 2011

El Tour de las gotas de lluvia por la ventana


Ayer me quedé pensando ¿qué queda de nosotros?; ahora que han pasado miles de gotas de lluvia por mi ventana y ahora que mi corazón vuelve a latir por la misma emisora. ¿Qué queda de nosotros? después de tantas historias escritas con el pintalabios de tu boca por mi espalda, después de tanto sexo encolerizado, tantos orgasmos de cristales rotos. Supongo que sólo quedó aquello que pude rescatar de las llamas de tu despedida precipitada; despedida de quedarse callado en la ignorancia, sin saber que perderte es matar todas las horas.

¿Qué queda de ti en mi, encontes? acaso quizás tu perfume en las sábanas, quizás el color de tus ojos verdes cuando el Sol atraviesa el cristal en cenicienta; quizás de ti me queda el contigo sin ti, el recordar que estuvimos pero ya no. Lo que me queda es lo peor que podía quedar: el recuerdo de que eres real.

El recuerdo de tu cuerpo desnudo, mientras un mechón de pelo te besa la frente; el recuerdo de los lunares y las pecas de tu espalda y tu suave cicatriz de cuello. De ti mi queda el calor del contigo, las noches mágicas mirando las estrellas de tus ojos y la melodía de tu voz en mi oído, del suave abrazo de un amor eterno que duró infinito y acabó muy pronto. De ti me queda un amor extraño, repleto de un odio de polvo y una pasión desierta de caricias en tu piel de amapola. De ti me queda tu nombre y poco más, y quizás me quedó todo...





Te dua, Ich liebe dich, Yes kez si'rumem, Obicham te, T'estimo, Dangsinul saranghee yo, Ne mohotatse, Jeg elsker dig
Szeretlek, Nagligivaget, Mahal kita, S'apayo, Mi aime jou, Mi amas vi, Afgreki', Je t'aime, Aloha i'a au oe, Maite zaitut, Ta gra agam ort, Bahibak, Ti amo. Te quiero 


martes, 5 de abril de 2011

Llámame Romeo


Desperté una mañana y ya no te quería. Desperté una mañana y algo raro, como locura, como si todo hubiese sido humo y ahora se hubiese desvanecido como si nada. No sé qué pasó, no sé que sucedió, sólo sé que desperté una mañana y desperté de todo.

Me pregunto si soy uno de esos enamorados que se enamoran a dedo, de esos que se pasan las horas soñando y luego despiertan en cuestión de suspiros que duran segundos escasos. Sí, creo que yo soy de esos que se dejan la piel por una causa sin expectativas, por una finalidad sin nombre y sentido, quizás me olvido del amor por algún extraño motivo que escapa a la compresión, quizás porque yo no soy invencible, quizás porque yo me enamoro a ratos y luego me refugio en algún paquete de tabaco que no causa alteración respiratoria.

¿Duele? duele. Duele porque duele que el amor se acabe aunque no haya durado suficiente, aunque no haya habido una historia romántica de días sinceros y paseos por el parque de la mano. Pero amor si que hubo, por eso duele. Duele porque tus ojos aún brillan como antes, aunque ahora los mire como con distanciamiento, como si ya no me atrapasen, como si ya... ya no son verdes, ¿de qué color son tus ojos? Azules.

Atragantando algún instinto moral del hombre. Creo que hago mal en olvidarte. Es como si perdiese táctica o técnica al dejarte marchar de mis sueños sin decirte adiós, sin decirte quizás que te quise, que te quiero. No, ya no te quiero, pero cuánto te quise, es tan corto el amor y tan largo el olvido.

Neruda. ¿Recuerdas a Neruda? Y ese poema con el que te conquisté a versos. Ese poeta de nombre Pablo que nos encerró en algún que otro cuento. Pablo Neruda, que nos enseñó a amar el tiempo que pasábamos juntos, a temer la soledad de sin ti, no puedo. Sin ti, a veces ni quiero. Sin ti, a veces no soy más que un "te espero". Y yo te hubiese esperado pasase lo que pasase, pasase el tiempo, pasasen los años, pasasen las arrugas y el viejo miedo de hacerme viejo. Pero pasó el olvido y no estaba preparado para luchar contra esa tentación de hay más rostros de ojos verdes, ¿o eran azules?. Más rostros de belleza innata. Más rostros con labios de "me muero por besaros"

Sucedió una noche de febrero, no había sueño. Yo desperté y había despertado de todo, como si nada, como si el sueño hubiese sido el amor. Pero nunca hubo sueño.


Llámame Romeo; ya no te quiero, pero cuanto te quise.


domingo, 3 de abril de 2011

Apocalipsis de recuerdos


He estado algún que otro día pensando en ti todo el rato, en el mundo de tus ojos secretos, de tu sonrisa de hipnotismo, de tus manos de cenicienta, pensando en tu pelo de acuarela, de las noches de verano contigo en el porche mientras el Sol caía tras las montañas; pensaba en los bailes que compartimos, las berbenas, los amaneceres de cosquillas, tu piel suave besando mis manos, tus pecas y lunares que contaba a dedo; me he pasado minutos a intervalos suspirándote a sorbos de cualquier recuerdo, rescatándote de fotografías de algún álbum del armario sicótico de las cicatrices que me quedaron, rescatando viejas entradas de cine, tristes y arrugadas, que aún guardaba en el cajón más hondo del trastero, donde guardé de ti todo lo que me dejaste cuando te fuiste tan veloz como un pestañeo de tus ojos de color incierto, recuerdo bien tu huida en aquella noche clara y fría, quizás ya exenta del calor de tu cuerpo, exenta ya de la alegría de tu risa, exenta de todo lo que tú traías contigo; quizás tú me completabas y por eso ahora me siento cojo de algún sentido y con la fibra sensible queriendo estallar en lágrimas mis ojos verdes, cuando el llorar por natural no es más que llover sobre mojado.

Me he pasado medía vida sin ti  
intentando recuperar el contigo
 y con el tiempo lo único que he  
conseguido es aprender a recordarte 
y a olvidarme de mi.

La gente tiene que mirarse en los espejos para recordarse, yo no soy distinto.