jueves, 30 de agosto de 2012

Hiperventilación


Tan perdido. Tan ausente. Como un escalofrío que recorre la piel. Como las lágrimas que sé quedan en un brillo de ojos o esos gritos que sólo suenan para adentro. Así me siento, como una página en blanco en la que hay escrita una historia demasiado triste. Mi historia. Una historia llena de complejos y abismos. Una catástrofe natural con nombre y apellidos, que es lo que soy. Que es en lo que me he convertido. 

Ya no recuerdo cómo era antes de esta indecisión. Cómo era antes de ser todas estas preguntas. Cómo era antes de ser un precipicio. De ser tanto odio acumulado en tan pocos centímetros cuadrados de piel. Tantos deseos encerrados en una prisión con olor a "¿Y si fracaso?". Soy la eterna duda entre encontrarme o dejar de buscarme definitivamente.

Y ya no me importa ser una derrota. No me importa ser lo que queda de lo que ya no está, de lo que se ha ido, de lo que nunca estuvo aquí. Y ya no me importan otras muchas tantas cosas que antes me importaban. 

Este preciso instante se queda corto. El oxígeno se queda corto. Me falta la respiración. Hiperventilo. Tengo que cerrar los ojos. Es una sensación muy extraña.

Quiero escapar. Escapar muy lejos, hasta perderme. Quiero correr. Correr muy rápido, hasta dolerme. Quiero gritar. Gritar muy fuerte, hasta romperme.

Tengo que decir que a veces deseo terminar con todo esto. Poner un par de puntos finales a mi historia y cicatrizar todas las heridas que aún me quedan. Debe de ser maravilloso poder olvidar lo suficiente. Poder pasar página y no tener la tentación de volver a leerla. 

Y es que estoy atascado en el bucle de las horas bajas. Enganchado a la resaca que provoca recordar los días más grises del calendario. Enganchado a mirar cómo las gotas de lluvia descienden por el cristal de unos ojos que se han acostumbrado a atardecer demasiado pronto.