martes, 30 de abril de 2013

Atenta


Que ha pasado un tiempo desde que empecé a decir que ya te había olvidado; un tiempo desde que aprendí a mentirle al mundo, a mentirme un poco a mí. A sonreír, de una forma creíble. Pero, oye, no puedo correr más rápido que todo lo que te quise y, en cuando me detengo a coger aire, me alcanzan las ganas de rescatarte de ese, poco profundo, lago al que llamamos olvido.

No hay otra realidad que esa en la que, al final, sigo alimentándome de ojalás. Que sigo sobreviviendo a base de cerrar los ojos y pensar "Quiéreme, joder". Y, ya, ya sé que este camino no lleva a ningún sitio, ya sé que no hay salida, lo sé, lo supe nada más entrar, pero, cómo te explico, que las vistas son demasiado bonitas.

Es difícil, eso de hacer lo correcto, cuando la belleza de tu sonrisa sigue eclipsando cualquier atisbo de rebelión. Cuando cualquier segundo que paso a tu lado termina convirtiéndose en el mejor momento de mi vida. No es sano, no. Pero y qué, si esta necesidad de ti es lo único que me queda en un mundo cada vez más vacío de cosas que me importen.

Al final me iré, te irás, nos iremos todos. Al final no quedará ni final, ni recuerdos del principio, ni del prólogo, ni del autor. No sé si me entiendes. Esta noche te besaré la distancia cuando nadie mire. Atenta.

domingo, 28 de abril de 2013

Somos un domingo cualquiera


Miradas llenas de nada, sentimientos vacíos, fines de semana agarrados a botellas, y luego, cuando todo pasa, sólo queda un domingo de resaca existencial. De preguntarme qué es la vida, y qué es eso del amor, pero qué voy a saber, si siempre me ha tocado echar de menos; si siempre me ha tocado escribir cosas tristes sobre personas que nunca me quisieron. Qué voy a saber. Y, nada, la vida sigue, para bien o para mal, no importa mucho. El mundo gira como siempre. El tiempo pasa como de costumbre. Y tampoco importa mucho. En mi soledad; en mi cuarto, ese campo de batalla donde han muerto demasiadas horas, quiero escapar. Irme lejos, todo lo lejos posible, pero tengo esa sensación de que lo más lejos posible no será lo suficientemente lejos. Y quiero gritar, y lo hago, pero en silencio, no quiero despertar a nadie. Miro el techo, la luz está apagada, y no, no voy a sonreír. La cama, medio enfriada y tan vacía, por culpa de esa soledad tan mal acostumbrada a no faltar nunca. No hay mucho más. Observo de reojo el reloj: las doce de la noche, la una, las dos, las dos y media, las dos y treinta y poco. ¿Es esto vivir?, pues yo, así, no quiero. Pero al día siguiente llueve, y no me quedan muchas ganas de correr; sólo tengo ganas de que la rutina no haga demasiado daño. Y qué voy a saber yo de sobrevivir. Nada. Hubo una vez, ya apenas lo recuerdo, una noche me cogiste de la mano y me dijiste "Sergio, desde hoy, siempre que quieres escapar, puedes cerrar los ojos con fuerza". Y lo hago, siempre que puedo. Cierro los ojos con fuerza y me voy, y ojalá no volviese nunca, pero, qué quieres que te diga, siempre termina llamando alguien a la puerta diciendo que la cena ya está preparada.


Somos un domingo cualquiera...

viernes, 26 de abril de 2013

Sobre la vida


Aprendí a no esperar mucho de la gente; a no esperar mucho de las despedidas. Aprendí a querer con los ojos cerrados; y a no olvidar lo necesario. Aprendí que los amaneceres están sobrevalorados, al igual que los atardeceres, y que tus dedos acariciando mi espalda son como otros dedos cualquiera acariciando mi espalda. Aprendí a emborracharme para recordar más fuerte; y a saltar al vacío de quedarme sin ganas, y vivir en reserva. Aprendí que la esperanza es lo último que se pierde, sí, pero que termina abandonándonos alguna noche, cuando ya se ha cansado de nuestro insomnio; de nuestra tristeza. Y se marcha sin decir adiós, sólo escuchas un portazo, y cierras los ojos, y ni siquiera tienes fuerzas para llorar. Aprendí que todos estamos tan solos como cualquiera, y que hay canciones que nos salvan de muchas resacas. Aprendí que nunca aprendemos a tropezarnos, ni a levantarnos, y que a veces podemos sentir cosas bonitas por aquello que nos hace tropezar. Aprendí que hay abrazos que curan, besos que no dicen nada, y miradas que te hacen viajar. Aprendí que los imposibles sólo existen para las personas que no están lo suficientemente locas. Aprendí a rimar "soledad" con "nicotina". Aprendí a decirte que no te quería, aunque te quisiera. Aprendí a no ser lo suficiente para ti. Aprendí a hacer como que no estaba cuando el amor llamaba a la puerta. Y, cariño, también aprendí a dedicarte cosas que nunca escribí; canciones bonitas que nunca hablaron de ti; a cerrar los ojos con fuerza y desnudarte como nunca, nadie, te desnudó; aprendí a hacerte el amor en la distancia; y a sonreírle a no saber, muy bien, qué era eso que sentías por mí. Pero hay algo que nunca aprendí, y es que "demasiado tarde" no es una bonita hora para darse cuenta de las cosas. No sé, cariño, yo ya estoy cansado de vivir de la forma equivocada. Ven a verme cuando puedas, estoy en la misma indecisión de siempre. 


martes, 23 de abril de 2013

Le he regalado una rosa a la soledad


El mundo gira porque, indeciso, no sabe hacia dónde quiere ir.
Y yo te quiero sin saber muy bien qué es el amor. Un beso, sexo después del desayuno, café cargado, escribirte un poema mientras vemos algún atardecer, cogerte la mano y abrazarte los sueños. Dime, por qué esta necesidad de sonreírle a las noches; de que el insomnio, me pille, contigo en la cama.
"No", cariño, a esa pregunta que me hiciste mientras recorría, gotas de ducha, lloviendo por el cristal de tu espalda. No, no sé quererte menos ni olvidarte más. Y qué.
Mañana, sonará la alarma a una hora que no entiendo, de un reloj que mata, con esa rutina que, acelerándome la respiración, me hace fumar demasiado.
Tengo asma por falta de (tus) besos,
y no llega suficiente oxígeno a este,
oxidado,
algo roto,
pero aún latiente
corazón.

jueves, 18 de abril de 2013

Yo qué sé


Y esto es lo que queda cuando no queda nada: un montón de recuerdos que hacen daño; un montón de carencias sentimentales que no arreglan nada, que causan insomnio, y que te vuelven propenso a llorar cuando nadie mira. Esto, chicos, es lo que queda cuando sientes cosas bonitas por alguien que no siente nada por ti: noches enteras deseando ojalás, fumando y haciendo historias bonitas con el humo, recorriendo unos lunares que no existen, sonrriendole a la vida que nunca tendrás a su lado. ¿Por qué tenemos esa tonta necesidad de necesitar a alguien?, ¿por qué nos da tanto miedo no tener a quien cogerle la mano cuando paseamos por la ciudad? Ojalá nada de eso. Envidio la capacidad emocional de las piedras.

Pero, mira, así es la vida. Quizá deberíamos querernos un poco más a nosotros mismos, yo qué sé. Sube el volumen de la música, anda, esta noche quiero ensordecer todo lo que siento. 


domingo, 14 de abril de 2013

Demasiado tarde


Sólo recuerdo que eran las 8 de la tarde, que llovía y que no lloraba, y que las lágrimas me quemaban en los ojos y que se me hizo un nudo en la garganta tan grande como el mayor de los silencios. Y, bueno, estábamos despidiéndonos, y el ambiente estaba impregnado de la tensión característica de la última vez que ves a alguien, no sé si me explico. Y todo sonaba a mentira, a plástico, a cirugía estética en mis acentos, a quiero decirte las palabras más bonitas del mundo por si ya no vuelves a escuchar mi voz nunca, cariño. Y cuando se dio la vuelta y empecé a sentir que la perdía, qué bonito, y qué tarde, la necesité más que nunca.

—¡Espera, un momento!
—¿Qué pasa?
—Que... joder, no puedes irte. 
—Sergio...
—No, escucha, si nos queremos, ¿por qué no?
—Sergio... yo ya estoy con alguien.
—¿Qué?
—Hace 3 semanas que estoy conociendo a un chico, no es nada serio, pero...
—¿Quién es?
—No le conoces.
—¿Pero qué hay de todo lo que dijiste que sentías por mí?
—Supongo que he aprendido a barrerlo debajo de la alfombra.
—No te pongas metafórica, vamos, no puedes dejar de sentir cosas de un día para otro.
—Ya sé que no, pero lo necesitaba. No sé, llegaste, llegamos, demasiado tarde.
—"Demasiado tarde" siempre ha sido mi hora favorita.
—Y es una pena.
—Entonces...
—¿Entonces?
—Nosotros...
—¿Sí? 
—Nada...
—Eso es, supongo, nosotros: nada.
—Y es una pena.
—Me tengo que ir ya, Sergio, cuídate, ¿vale?
—No lo haré. 

Y, sin decir nada, sonrió, me dio la espalda y se fue. 
   Y desde entonces siempre llueve a las 8 de la tarde, no sé...



jueves, 11 de abril de 2013

Joder


Que no basta con mirarle, que no, que tienes que entrarle dentro, que sonríe, sí, pero sólo por fuera. Desnúdale de esa apariencia, ¿no ves que por dentro se derrumba?, que por dentro gotea, que se oxida, que se pierde. Coño, no, no ves nada de eso, te limitas a sonreír, y es que tú también te has maquillado una bonita felicidad hoy. Casi, casi me creo que no tienes ganas de escapar; hace tanto tiempo que no te desmaquillas, ya casi te has creído tú hasta la mentira, pero no. En el fondo, en lo más hondo, gritas, aunque ya apenas te escuches; sólo lo haces a veces, por la noche, cuando el silencio te visita y conversas sobre cosas que nunca le has contado a nadie. ¿Cómo te sientes realmente?, ¿quién eres cuando nadie mira?, ¿qué sueños tienes cuando no duermes?

Y, dime, cariño, si tú también estás esperando un tren que te lleve lejos, y mientras tanto te muerdes las uñas en algún andén que no existe, mientras las horas pasan, tan vacías, y los días mueren, tan callados. Me gustaría pensar que la vida es algo más que todo este no saber qué hacer mañana, pero no. Sólo nos queda mirarnos y rogar que el silencio diga las palabras que nosotros no nos atrevemos a decir en voz alta, por si quizá nos volvemos más débiles de lo que ya somos; o por si nos volvemos más ruinas, yo qué sé. Lo único que sé es que hace frío, estoy sólo y no me queda mucho tabaco.


lunes, 8 de abril de 2013

Infinito


"Fake Plastic Trees" de Radiohead patrocina esta historia.

Y cómo decirte que ya no sé seguir sonriendo sin que se me note que, en realidad, tengo ganas de llorar. Y cómo decirte que hay mucha gente, sí, pero que si cierro los ojos no hay nadie, y es esa sensación de que la soledad la llevo por dentro y nadie va a querer entrar, no sé si lo entiendes. Y que sigue dándome miedo la oscuridad de los días vacíos, esa profundidad de mirar sin ver el fondo, de sentir cosas que explotan dentro, y sólo yo, y nadie más, puede sentirlas. Se me atragantan las palabras en el pecho, y me queman la garganta. Hace tiempo que no puedo gritar; no puedo; y he de conformarme con cerrar los ojos con fuerza y respirar, hasta que todo pasa. No sé hacia dónde voy, cariño, y tampoco quiero que te pierdas conmigo. No sé si vivo, o sobrevivo. Sólo sé que estoy llenando los días de nada, de una maldita rutina que jode las esperanzas, y que cada noche me entran unas ganas de salir de toda esta mierda increíbles, pero estoy demasiado cansado para soñar. Estoy demasiado cabreado con el mundo para salir de mi habitación. Ojalá, no sé, me dijeses que todo va a salir bien, y que algún día nos tocará ser felices; aunque me mintieses, y qué, si yo lo único que quiero es sonreír sin necesitar motivos. Despertarme, bostezar, y sonreír, sólo eso, no es tan difícil, ¿verdad? 


sábado, 6 de abril de 2013

Vamos a ser felices, invito yo


Cierro la puerta de mi habitación, me tumbo en la cama, me pongo los cascos y escucho Radiohead, enciendo un cigarrillo, miro cómo se filtra la luz por las rendijas de la persiana. Huele a cerrado, ayer salí de fiesta, y empecé a pensar que a lo mejor querer y morir son el mismo verbo y no nos hemos enterado, y que tu ausencia es la razón de que las noches sean precipicios, y de que habiendo tanta gente, faltanto tú, no hay nadie. "¿Qué me has hecho?", me preguntaba, que yo no sé ya distinguir los días en los que tú no estás aquí, o en los que ignoras que existo, y es como sumar ceros, ¿qué me has hecho que sin ti no soy yo y no soy nadie?, algo, sí, pero nada que merezca la pena sonreír. Calada a calada, el reloj me mira de reojo, sabe que quiero escapar pero me lleva ventaja, ya no sé correr por causas perdidas, así que me enciendo otro cigarro, cierro los ojos, no escucho más que la oscuridad que llevo dentro, da miedo, pero ya estoy acostumbrado. Respiro, poco, quiero suicidarme un rato, que esta vida es vida de segunda mano, la vendo, a buen precio, en el mercado de que algún día llegues, llames a la puerta, te abra y me abraces hasta consumirnos; qué bonito, si lo piensas, podemos llegar a ser si lo intentamos, pero quizá idealizo todo lo que no ha pasado, ¿quién sabe?, es posible que sólo podamos ser felices en algún apartado rincón lleno de fantasías, esperanzas y ojos cerrados, donde la realidad no entre y la verdad nos mienta.  


jueves, 4 de abril de 2013

Hola, piedra, ¿tú otra vez?


Y empiezas a pensar las 24 horas del día en él, y empiezas a necesitar hablarle; decirle algo, que sepa que existes. Y empiezas a obsesionarte con la soledad, con los días nublados, con fumar demasiado, con mirar al vacío, con dormir a su lado. Y se te escapa su nombre sin querer, joder, no quieres estar enamorado, ya sabes lo que es estarlo de alguien a quien apenas conoces. ¿Recuerdas?, aquella vez dolió mucho, y no, no quieres volver a tropezar con esa piedra, pero algo dentro de ti no lo tiene superado. Admitámoslo, a una parte (masoquista) de ti le pone cachondo cometer los mismos errores de siempre. Y, bueno, la verdad es que en el fondo estás tan solo que pecar es demasiado fácil, así que te dejas arrastrar por lo que sientes, y  no está nada mal porque lo que sientes es, simplemente, una absurda felicidad que hace que te olvides de toda la mierda. Es pura droga. Pura. Droga. Y corres demasiado rápido, nunca te pones el cinturón de seguridad, sólo quieres experiencias fuertes, que te diga "Te quiero" y te sonroje, que te mire y detenga el tiempo. Y te vas alimentando de esperanzas, de cerrar los ojos y soñar despierto, y te ves con él, siendo felices, y sonríes como un tonto, que es lo que eres: un tonto enamorado. Y, ahora que lo pienso, supongo que dicen que el amor es ciego porque es así como debemos enamorarnos, sin abrir los ojos, porque de hacerlo, posiblemente, veríamos la gilipollez que estamos cometiendo y no lo haríamos. Enamorarse es como saltar al vacío. Enamorarse es como matarse con estilo. Pero, qué queréis que os diga, es bonito. 


martes, 2 de abril de 2013

Insomnio


Hace frío, y no es una cama, es soledad amontonada, ganas y horas mirando por la ventana. Estrellas, brillan lejanas, como mis ganas de escapar de esto, pero se me han dormido las piernas. Y ya no me reconozco en los espejos, mirada ausente, me desnudo por dentro, a veces lloro, no pasa nada, he cerrado la puerta con pestillo. Radiohead en mis oídos, vuelo, ¿y mi cuerpo?, no tengo cuerpo, soy sólo el viento de todas las palabras que nunca digo. Y apareces entre las sombras de alguna fantasía, sonrío, no quiero tocarte, quiero quedarme así, ahí, contigo, sin ti, te llevo dentro, en todo lo que te dedico. Llaman a la puerta, es la soledad, pero hago como que no estoy, esta noche sólo quiero estar conmigo. Solo. Enciendo un cigarrillo, lo cojo entre mis dedos y empiezo a hacer corazones deformes con el humo. En la ventana siguen las marcas de nuestros nombres, escritos en el vaho de algún suspiro, no lo recuerdo, los repaso, que no se borren nunca, y que lo hagan pronto, esos nombres marcados es todo lo que queda de lo que nunca tuvimos. Y hay sentimientos a los que no les da la puta gana explicarse, y me quedo tiritando por falta de abrazos; me entra el miedo de que me superes, otra vez, y de que me hunda en esta mierda de esperarte. Siempre llegas cuando ya es demasiado tarde, cariño, es decir, nunca. ¿En qué estarás pensando?, ¿a quién estarás amando?, ¿qué hijo de puta te estará robando el corazón en este momento? Y no puedo hacer otra cosa que coserme las heridas, no hay anestesia, va a doler mucho. Ahora viene Lana Del Rey, me habla de ese verano en el que fuimos, le digo que se vaya, y me dice que es sólo una canción en el reproductor de audio. Me relajo, respiro hondo, todo lo hondo que puedo, hasta que toco fondo, muy al fondo, pero se me da falta bucear en mí mismo. Es hora de irse a dormir, los recuerdos se levantan tarde.  

lunes, 1 de abril de 2013

Sexo, amor y otras drogas


Y allí estábamos tú y yo, nosotros, en  la fiesta de un amigo que teníamos en común, a 22 de marzo de 2013. Recuerdo que nos sonreíamos en la distancia, y era bonito porque todo era mágico, y empezábamos a estar borrachos y el orgullo no estaba invitado a la fiesta. Y luego nos acercamos, como si no fuese nuestra intención hacerlo, aunque en realidad nos moríamos por estar el uno al lado del otro.

—Tienes la sonrisa más bonita del mundo.
—¿Ya vas borracho?
—Yo siempre voy borracho. 
—¿Y qué me cuentas? 
—Que no sé qué hacemos hablando, cuando deberíamos estar follando.
—¿No vas muy rápido?
—Ya sabes que nunca me han gustado los semáforos en rojo, cariño.
—Pero tú no follas, a tus seguidores de Twitter no les gustaría, jajajajaja.
—No seas mala, no se enterarán.
—No, no, soy una chica decente...
Con unos labios indecentes.
—Los he heredado de mi madre. 
—¿Y qué más has heredado de tu madre?
—Tendrías que quitarme el vestido para averiguarlo. 
—¿No vas muy rápido? 
—Nunca he sabido ir más lenta, ¿pido disculpas?
—Para nada, sabes que me encanta este juego.
—¿Qué juego? 
—...
—¿Y bien?
—El juego de reducir el amor a una necesidad sexual. El juego de fingir que no pienso en ti siempre que puedo, y que puedo siempre, y que no me paso las noches haciéndote el amor en sueños.
—Estás rompiendo la magia.
—¿Has traído preservativos?
—Yo no uso de eso.
—Yo tampoco, vamos al baño.
—Llévame tú, y no corras, que llevo tacones...