martes, 24 de agosto de 2010

Ese pequeño enigma que lo supone todo


Un niño de 8 años y 679 sueños camina con una piruleta en la mano, hace sol y el cielo sonríe con un azul que enamora. La primavera de árboles verdes y flores poetas ha llegado, a veces quisiera morirme en un tronco encantando y pensar que el mundo es una noche de verano. Volar por cada rincón de tu alma ya no es un reto, sino un sueño que logró despertar, muchas cosas hago para intentar dormirlo: cantar a la luna y acariciar las mejillas del diablo, pero nunca lo consigo, siempre está en vilo y ojeroso, ¿dónde se guardan los recuerdos que no recuerdo? ¿dónde duerme el niño que sigue soñando en mi interior?

Hay un río de ingenio que bordea el horizonte de árboles dorados y miradas de diversión, un lugar de insomnio y tranquilidad, donde el tiempo no envejece y la vida no tiene porque morir. Yo he ido hasta ese lugar, rincón perdido en algún cuento que nos robó el aburrimiento; he ido hasta allí y me he bañado en los estanques de agua imposible y pisado lo jardines de cesped con sabor a libertad. He bailado con las hadas de tus cuentos y dormido en la cama del sueño que no tiene porque despertar.

Si supieses lo que he vivido desde que perdí el camino bajo mis pies, y ando con el olvido por los miles de caminos que no esconden dirección. Si supieses que lo mejor que me ha pasado fue perderme y no encontrarme jamás, podrás llamarme loco y tacharme de insensato. Pobre chico incrédulo, dirás. Pero ahora puedo volar por el cielo de las posibilidades, puedo ver historias que ya no ocurren, historias de miel y tristeza, drama, comedia y acción. Me subí al tren en busca del sentido de la vida y lo encontré entre preguntas sin respuestas y necesidades mal disimuladas de amor.

Tan grande es la verdad que no puede ocultarse en las palabras, no puede pronunciarse, ni dibujar... la verdad, ese pequeño enigma que lo supone todo.


jueves, 19 de agosto de 2010

Alicia

Melodía para la entrada: http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=HRgYQPViDZA


El aire escapó de tus labios dibujando una palabra en el parque que nunca llegué a escuchar. Tu mirada se congeló en el tiempo y nunca la olvidé. No vale la pena volver al pasado y rescatarte del olvido, en cuyas aguas duermes, bella cenicienta de amor y caricias, ya no eres mía y me duele. Y odio al mundo porque aún guardo tu recuerdo, y sé que existes, o exististe, que fuiste mía; hoy ya no eres de nadie.

Debería escaparme por las calles donde tu nombre no me persigue; calles donde tu cuerpo no me atrapa; lugares del mundo donde muere esa parte de mi que aún te sueña cada noche. Pero no puedo, y quizás tampoco el deseo acompañe. Quizás quiera morir en el mismo momento en el que empiece a olvidar el brillo de tu mirada, océano de secretos que nunca contaste. Supongo que ahora soy esclavo de la vida que nunca pudiste entregarme, de los besos que murieron víctimas de una ilusión de niebla que se esfumó en el aire y no regresó jamás.

Sería mejor emborracharme hasta perder el control de la mente y confundirte con las sombras, y pensar que fuiste un sueño lo suficientemente real como para causar monstruos en la conciencia.

Serenata a la Luna que nadie comprenderá. Tu rostro yace de por vida enterrado en una pesadilla que despertó cuando empecé a olvidarte, cuando tus ojos se apagaron en las montañas de la inquietud que tan sólo aparecen cuando me doy cuenta de que este mundo va demasiado deprisa

viernes, 13 de agosto de 2010

Universos infinitos



Somos una canica en un universo infinito. Pero hay tantos universos infinitos que me asusto cuando pienso en ellos, cierro los ojos y agradezco ser limitado, aún no quiero volverme loco.

Ya no hay tiempo suficiente para seguir creciendo. Que Peter venga y nos embruje de nuevo con esa facilidad de la infancia, donde todo era posible, y lo imposible sólo un pequeño sueño. ¿Os acordais cuando dormíamos sin conocimiento del mundo? Sin temores, sin tensiones. La infancia es la vida que ya ha muerto y que aún guardamos en peluches y cicatrices.

Todo a su tiempo, pequeño insaciable. Llora y grita que hoy a nadie le importa tu puzzle incompleto. A nadie le interesan tus fantasías inconclusas; a nadie alegras con tu sonreír, nadie quiere saber de ti.

Tragicomedia que se actualiza día a día, dime si cuando miras en un espejo no ves las ojeras de una humanidad dormida. Yo si las veo, bostezo y me desespero. Somos trasnochadores, días con resaca y noches sin dormir. ¿Cuándo duermo? Cuando es demasiado tarde y tengo muchas cosas que contarte, pero nunca lo hago, me duermo y al despertar ya te has ido. Pobre de mí, solitario abandonado en un diván de hielo, junto a un mar de fuego enfurecido... rezo por no caer, aveces lo consigo.

He buceado en caminos olvidados, buscando una salida a esta esclavitud. He escrito, he viajado y he muerto cada vez que alguien decía "Hasta aquí llegó la actuación", y en todo este tiempo no he encontrado respuestas, sigo tan insatisfecho como cuando era un niño y me dijeron que no podía volar, que los reyes no existían y que pronto empezaría a olvidar.
¡La vida sentenciada contra la espada y la pared! Así llevo los 30 años que he creído existir, pero sólo 16 parecen haberse sufrido lo suficiente como para dejar la marca del envejecimiento en mi piel.

¿A quién intento encantar con esta serenata? ¿A quién intento cautivar con este sentimiento dormido? ¿Cómo podremos hablar con esta llamada perdida? Que sí, que no. El mundo sigue siendo un manicomio y nosotros, los ingenuos que lo creen controlar.

martes, 10 de agosto de 2010

Cantando a la Luna



Me tiembla la mano cuando camino por una senda de piedra, al atardecer. Senda que oculta sombras de pinos y robles; que oculta el fresco aroma de la vida que concluye con una nota de desdén y tensión.

El sol de incendio cede entre las montañas, bajando poco a poco, como tus dedos por mi espalda aquella noche en la que comprendimos que la eternidad no duraría para siempre.

Mis pasos son letras desparramas sin sentido por un suelo que no volveré a pisar, nadie las entiende, ni siquiera yo: único capaz de descifrarlas.

Me pregunto si existiré mañana, cuando el alba despunte y el gallo cante; y se abran los ojos de las personas que ignoran lo que me pasa, lo que me ha pasado, lo que en silencio escribo con miedo a contarlo, por si el silencio delata mi voz quebrada.

Hay más mundos que éste mundo, a mi pesar. Más nombres sin rostro que pasan frente a los espejos rotos de la humanidad. No quiero saberlo todo, que el conocimiento corroe con fuego la seguridad de la ignorancia. No quiero verlo todo, que hay atrocidades que rompen el alma como un frágil cristal.

¿Qué quiero pues? Vagar en silencio por caminos de grillos y farolas de luna. Que nadie rompa la calma acompasada de mi corazón. Soledad cercana a la locura, pero aún lo suficiente cuerdo como para aceptar que no estoy solo si estoy conmigo. Que no hay oscuridad mientras me brillen los ojos. Que sigues conmigo aunque no estés (te guardo como recuerdo y cicatrices).

Cantando a la Luna mi pobre serenata mutilada. Ahogándome en un charco de aire que hace que llore el pulmón. Me acuerdo de tanto, tanto he vivido, que juraría poder olvidarlo todo si presto atención.

domingo, 8 de agosto de 2010

Mi tía Emilia ha muerto

La tía Emilia ha muerto: se le calló el mundo encima y no la volvimos a ver. Unos dicen que voló como pudo hasta esa isla que sólo se ve cuando cierras los ojos y es de noche, como si fuese un espejismo interior. Otros, que las hadas la arrastraron hasta el submundo, donde se convirtió en raíces y brotó como un limonero. La verdad, yo no sé que pensar. Soy más fiel a la teoría de que se ahorcó con un calcetín, colgándose de un roble de hojas color ámbar y tronco color carmín, y que cuando su cara tenía ese color azul propio de las personas que ya no existen, un ángel se apiadó de ella y la reencarnó en un pino de copa alta y mirada triste. Ahora, siempre que paso cerca de uno empiezo a hablar, por si ella me oye. Pero tampoco me paro, que la gente podría pensar que estoy lo suficientemente loco como para merecer una visita al Psiquiátrico Stedfor, donde los médicos que allí trabajan andan con un marcado rechinar de suelas y siempre van con una sonrisa sublime y brillante. Odio esas facetas asesinas.

Ahora escribo sobre un papel que no suda, aunque sea poroso. ¡Espero que no sea papel de pino! Creo que desde hoy dejaré de usar productos que hayan sido fabricados con madera u otra sustancia proveniente de los pinos; o quizás debería comprarlos todos y encagarme de mi tía Emilia recibe los mejores cuidados que un pino puede soñar: agua abonada y tierra fertilizada, el Benidorm del pino.

Ella siempre fue muy reservada y nunca le gustó que rompiesen su intimidad... ¿Qué intimidad tendrá si la usan en preescolar como lápiz de colores? Todos sabemos que los niños pequeños no pintan, macabran el dibujo con rallajos que se salen siempre de las líneas, y mira que lo tienen fácil.

Tia Emilia, ¡oh! espero que, estés donde estés, sigas viva... o respirando... o produciendo oxígeno. No dudes en comunicarte conmigo si te hacen poste de telefonía y tienes esa posibilidad.


sábado, 7 de agosto de 2010

Ultimatum del equilibrista suicida


Me preguntas qué es la realidad. Y yo no respondo, no lo sé, yo sólo me dedico a vivir improvisando. Soy de esas personas que andan por el borde de un acantilado, con miedo a caer, pero con ganas de seguir adelante.

Y no me comprenderás porque tú eres feliz con lo que tienes; lo agradeces y lo disfrutas. Yo, sin embargo, me descontento porque no tengo suficiente; soy un niño caprichoso que le pide a la vida más de lo que me podrá dar. Lo sé, lo acepto y sufro. Supongo que algún día, los grandes sacrificios desenbocarán en grandes victorias. Es como el plazo fijo en un banco: renuncias a un gasto presente, para poder afrontar gastos mayores en un futuro.

Cuesta tanto de entender. Tú prefieres no complicarte la vida, ser feliz y vivir cada momento como si fuese el último, la verdad, tengo celos de ese estilo de vida, creo que yo estoy predestinado a sufrir cada segundo porque necesito dar de mi lo mejor; he convertido la vida en una maratón. Estoy cansado... pero aguanto. Soy como esa persona melancólica que renuncia a desprenderse de sus recuerdos y, a medida que el tiempo pasa, ese objetivo se convierte en una maldición y atrapa. Ya no puedo huir, sólo correr y retrasar lo inevitable.

Algún día supongo que seré libre de toda atadura. Ataduras... a veces las siento apretándome el pecho, me cuesta respirar y cierro los ojos. El mejor remedio es hacer como si no pasa nada, y todo forma parte de la naturaleza del ser humano, sin saber que son ataduras que nos imponemos nosotros mismos. ¿Somos masoquistas? supongo que alguna vez lo hemos sido; y hemos querido que el mundo se apiadase de nosotros, que nos odie o que funcione en nuestra contra. Muchas veces, he querido tropezar con esa piedra con la que ya había tropezado, simplemente para demostrar... ¿qué? la verdad, no lo sé, quizás nunca lo sepa. Quizás todo en ésta vida se reduce a jugar el rol que nos imponemos y dejar esas preguntas para las demás personas, esas que juegan un rol distinto al nuestro.

Lo peor es que hay desigüaldades por todas partes... nadie juega con las mismas ventajas. Desigüaldades por aquí y por allí. Siempre han existido, haciendo que la balanza se pusiese del lado de los inteligentes, o de los villanos. De esas personas que juegan al rol de controlar roles. Sabemos de ellas pero no nos revelamos. Quizás, esos villanos son simples tapaderas para mantenernos ocupados. Puede que el villano más grande sea la sociedad que todos formamos... que ya no nos importa tanto lo que pase a nuestro alrededor, que nos desentendemos del "mal común", y sólo fijamos un objetivo propio y egoísta.

Yo no lo sé. Estoy tan pendiente de no caer por el acantilado que algunas veces me olvido de que millones de conciencias también piensan, razonan y calculan.

A veces me gustaría que alguien me gritase al oído y me sacase del shock de lo monótono y diario, que yo también quiero correr sin miedo a que me miren mal por creerme demasiado libre para ello. O a decir lo que pienso sin tener que hacer daño a la gente, acostumbrada a escuchar mentiras y medias verdades (o verdades maquilladas).


Sin prisa pero sin pausa.
Me siento como un equilibrista suicida.



lunes, 2 de agosto de 2010

Hasta que salga el sol


Eres un amor imposible, de esos que te hacen llorar y tener pesadillas cuando cierras los ojos entre fuertes palpitares del corazón. Pero hoy te dejo ir, sin olvidarte. Hasta que salga el sol de primavera yo te guardaré en una vieja fotografía. Y escribiré tu nombre en el cristal. Prometo hacer como si te olvidé ayer. Y juro que no volveré a llamarte en la oscuridad. Si me preguntan diré que no sé de ti, aunque mis ojos brillen al querer llorar. Seré fuerte para ser feliz. Que no hay victoria sin pequeñas derrotas, sin sangrar.

Si tan sólo me dieses un día, podría decirte lo importante que eres para mi. Pero no, seguramente sufriremos los dos: yo por saber que nunca te tendré; tú por hacérmelo saber.
Seguirás haciendo el sueño del amor realidad, pese a que lo desperté ayer, cuando se quedó dormitando entre mis brazos, pensando en ti.

No importa que suene cursi, si así lo es. Que piensen lo que quieran; éste mundo gira tan rápido que mañana todo lo olvidaré. ¿Qué te parece si nos abrazamos? y nos decimos cosas sin hablar. Hasta que salga el sol de otoño te recordaré, hasta que la última hoja de ti se barra en aquel parque donde solíamos estar.
No importa que tú no te ilusiones al leer esto. No importa que no te pares a escuchar mi voz. Yo no te diré nada, que hoy empieza la herida a sanar.

Me emborracho cada noche para no tener que dormir contigo. Para que tu rostro se difumine poco a poco, cada minuto un paso más, hacia la libertad. Hasta que salga el sol de verano me desintoxicaré de tus besos y de tu olor. ¡Oh, dulce olor! Aún lo suelo oler por cada rincón.

Caminamos mudos por la calle y nos cruzamos sin querer. Nos miramos y sonreímos, tú no sabes nada, yo lo intento ignorar, pero sigue ahí esa canción. Ese baile sobre el mar, bajo el cielo, donde están los sueños que no despiertan nunca.

Quédate conmigo hasta que el sol de invierno congele este corazón y pueda dormir en paz. Que no sabes que lo más difícil en esta vida fue reconocer que te amé durante las cuatro estaciones.

Hasta que anochezca el año, tú aún latirás en mi corazón.


Dedicado a ella y sólamente a ella, esté donde esté.

domingo, 1 de agosto de 2010

Biografía de mi abuela octogenaria



La abuela María no dormía mucho, por eso siempre se acordaba de los sueños. Aunque desde que nació nunca tuvo más sueños que conseguir aquella casa de muñecas de porcelana que nunca consiguió. El dormir se le acabó cuando inventaron la lavadora, y el sonido de la centrifugadora le comía las legañas, como las mariposas se comen el chocolate Nestle, cuando lo dejo en la ventana y me descuido.
Mujer centenaria, de ochenta y tantos años. Cuya mirada dice más que cualquier revista de época. Cuyas arrugas dicen demasiadas batallas vividas. Le encanta jurar por Dios. Hacerse la víctima de un pecado que nunca cometió, pero que sufre. Quizá, el tema "justos por pecadores" siempre le fue como anillo al dedo. Se casó con veinti pocos años, cuando era mujerzuela de esas que alegran la vista. Pero de esa mujer ya queda poco. Quizá alguna mirada robada al tiempo, cuando nadie la ve, ni a nadie le importa.
La gente dirá que siempre está enfadada. Que siempre está sospechando con ese entrecerrar de ojos, como los japoneses. Pero, no es así. Lo que ocurre es que siempre habla gritando y: todo lo exagera un poco. Miedo tendré yo cuando susurre y maldiga. Que las abuelas tienen fe, y lo que dicen suele cumplirse. ¿El entrecerrar de ojos?: un simple fallo en fábrica. Un brote de cataratas que no se muestra en su totalidad, ¿quién sabe?
De pelo rizado, ocasionado por esa permanente temporal, que cada poco se hace en la peluquería donde ha ido toda la vida. Creo que incluso, desde antes de que existiese. ¿Su primera cita para el tinte? Cinco años antes de que le apareciese la primera cana. Pobrecitas las canas, si te contase yo las barbaries que pasan hoy en día, donde ya no se respetan; se tiñen.
¿He hablado de sus ojos? Ojos de color verde. Verde como el de las hojas de los árboles perennes en primavera. Bueno, en realidad no me acuerdo ahora mismo de su color, pero me parece (y estoy seguro) de que tiene una mirada preciosa.

Lo que sí recuerdo como si un elefante fuese, son las expresiones de sus ojos, es decir, de esas palabras visuales. Podría hacer una álbum con estas, siempre hablándote de cosas que han pasado. Cosas que ya no existen y, deberían existir. Me pregunto que, cuando ya no esté, sólo quedará mi recuerdo para evocarla, frente al olvido que intentará llevársela hacia la oscuridad.
Se ríe como una gata. Y otras veces, como un diablo. Porque también le gusta gastar bromas y casi siempre, sólo le hacen gracia a ella. Quizá no sea su intención, pero las desgracias ajenas la divierten (siempre y cuando estas no sean muy dolorosas).
Más de una vez hemos dicho que serviría para cómica. Es algo que le viene de nacimiento, desde que se jubiló y mira la vida desde la perspectiva del que va muriendo, y no desde esa otra del que va creciendo. Lo peor de todo es que ella no quiere ser graciosa. No le gusta que se rían de lo que dice. Pero, está tan cuca cuando se enfada. Cuando se pone sería y te mira con cara de psicópata. Cuando se lleva la mano al pie y, quitándose la zapatilla, te amenaza con ella como si fuese un arma mortal, capaz de asesinar con sólo rozar la piel. He de decir que ha perdido puntería, eso ya no me preocupa. Pero hubo un tiempo en que aprendí a respetar la zapatilla de ese material poroso que sólo se vende en mercadillos y en tiendas Low Cost (la de los chinos).
Su caminar es inseguro. Siempre recordará que un clavo le atraviesa el tobillo desde que se calló de una escalera, mientras intentaba ganarse el jornal, para llevar un plato caliente a sus hijos. Le han operado tres veces desde aquella fatídica caída. Aunque le duele, ella se enorgullece de ello. Es una superviviente en tiempos de guerra. Mi heroína particular.
Me encanta cuando a ella le encanta decir que ha trabajado mucho. Le gusta hacer saber a la gente que, pese al tiempo y a la edad, sigue tan activa como siempre. Puede decir que está harta de poner lavadoras. Puede decir que está cansada de tender la ropa. Pero yo sé que, si nada de eso hiciese, estaría un poco más muerta. Quizá ella también lo entiende. Pero en esta vida, el que se enamora de su trabajo es masoquista; y es bueno decir en voz alta que no te gusta lo que haces. Así, al menos, una parte de ti nunca sucumbe ante la tentación del trabajo. Vaya, jamás pensé que el trabajo crease tentaciones, WTF.
Una imagen reciente, de esta mañana: Yo en la cama durmiendo, intentando digerir el alcohol de anoche. Ella, enciende la luz, entra en mi cuarto, y hace una selección perfecta de aquella ropa que tiene que meter en la lavadora. La verdad, está perfectamente cualificada para ello.
No sólo sabe realizar las tareas de la casa. Creo que esto de escribir lo heredé de ella, aunque ella no sabe escribir. Pero sabe contar historias. Sabe hacerte prestar atención y que se te abra la boca de embobamiento. Sabe dejarte con la intriga y jugar con tus sentimientos. Hacerte reír. Mentirte. Doblegarte y hacerse de rogar.
Sabe que las personas de la 3ª edad suelen provocar compasión y pena. Respeto y admiración en ojos de otros. Y se vale de eso para mover los hilos en beneficio propio. Es lista, sin duda.
Me acuerdo y sonrío. Ahora me doy cuenta de todo lo que ha pasado. De lo poco que le queda por pasar. Tranquila María, tengamos fe en que moriremos pronto, quizá dentro de unos cien años.