domingo, 31 de marzo de 2013

Recapitulemos


Y, dime, ¿a dónde va todo ese amor que desperdiciamos amando a personas que no nos aman? A dónde todas las esperanzas que no sirven de nada, y a dónde todos esos sueños que no se cumplen. Dime a dónde va todo lo que nunca haremos, y todas las noches que no follaremos, y esas estrellas que, jamás, jugaremos a contar cogidos de la mano, mientras perdemos el tiempo en no prestarle atención a nada excepto a los besos que nos demos, tan callados, y que supongo que tampoco nos daremos.

Y, dime, si me quieres, o si he vuelto a llegar tarde, y que el tren ya ha pasado y que estas vías ya no llevan a ninguna parte. Venga, dime si has puesto la alarma demasiado pronto y tengo que madrugar de toda la vida que nunca viviremos, de todas las miradas cómplices de entendernos; que todo eso se perderá, aunque nunca lo hayamos encontrado. Dime todo eso, aunque me haga daño, y es que supongo que el dolor es la única forma de romper las ganas, y no reciclarlas luego. No, no más ganas, ya no hacen otra cosa que rascar la herida... 

viernes, 29 de marzo de 2013

Tristeza de verano


"Summertime Sadness" de Lana Del Rey patrocina esta historia. 

Aquella noche bailamos hasta perder la poca humanidad que nos quedaba, y terminamos empotrándonos contra una máquina de tabaco. Me aprendí de memoria tu boca, de tanto explorarla con mi lengua. Y sonreías de vez en cuando, qué placer. Y luego me dijiste "Vamos al baño de las chicas", y yo te dije que no, que era imposible, que estaba la chica de la limpieza y nos echarían, aunque supongo que por ti no me hubiese ni importado que me echasen de mi vida. Y reíamos, entre beso y beso. Así empezó todo, una noche de verano, en La3, Valencia, y mentiría si dijese que no me acuerdo de ti siempre que vuelvo. Y que siempre quiero volver...

Y luego subimos un escalón de esa escalera que no sabía muy bien a dónde nos iba a llevar, y empezamos a vernos casi a diario, y era bonito, porque siempre era distinto, único, teníamos de nuestro lado la pasión de aquellos que sólo buscan disfrutar cada momento. Decíamos ser hedonistas, qué ingenuos. Y nos besábamos por las calles de Valencia, en aquellos perdidos y solitarios, tan calurosos, callejones del Carmen, a donde no pienso volver a no ser que tú vengas conmigo. 

Y no sé cuánto estuve yendo y viniendo por tus caderas, ni cuántos accidentes tuve en la curva de tu sonrisa, sólo sé que cuando estás enamorado el tiempo pasa, pero apenas hace ruido, y pasó tan callado que cuando quisimos darnos cuenta era septiembre, y empezaba a hacer ese frío que no se lleva muy bien con mis sentimientos. 

¿Y qué pasó luego? No sabría decirlo muy bien, la verdad, sólo sé que un día empezaron a pasarnos menos cosas, y que todo resultaba algo monótono. Recuerdo que nos esforzábamos como tontos en intentar salvar las cosas, lo que fuese, e intentar rescatar el pasado a base de mirar hacia atrás, pero empezamos a tropezarnos constantemente con el presente, y tuvimos que desistir, y volver a mirar hacia delante. ¿Y qué quedaba? Un día ya no quedaba mucho, no sé exactamente cómo se marchitan las relaciones pero, si el tiempo puede pasar sin hacer ruido, el amor ni siquiera pasa, salta por la ventana, y a veces se mata. El nuestro, supongo, fue uno de los que se matan.

Y, bueno, nos dijimos adiós entre comillas, con puntos suspensivos, como un quiero, pero ojalá no; como un "por qué" que no necesitaba respuesta. Y, el último día, la última hora que pasamos juntos, nos dimos cuenta, cruelmente, de que ya no podíamos más con nosotros, de que nos habíamos muerto por dentro de tanto ilusionarnos en tan poco tiempo, y es que nosotros no sabíamos que las ilusiones tenían fecha de caducidad. 

"Estas cosas pasan", dije, y medio sonreí esperando que no dijeses nada, porque ya no tenía fuerzas para seguir existiendo ahí, en ese umbral de esa puerta, de tu puerta, en medio de ese adiós tan incómodo. "Supongo", respondiste. Suficiente. Y entonces nos dimos el último abrazo, sin beso, que ya no es abrazo, sino distancia, una mera formalidad estúpida, pero es que tú y yo, a fin de cuentas, no nos odiábamos, simplemente, no nos queríamos. Y cerraste la puerta, y yo no te he vuelto a llamar. 

Fue bonito mientras fue mentira...





martes, 26 de marzo de 2013

Actores principales


Y siempre me decías que era demasiada mujer para mí, que la olvidase, y ojalá el amor supiese algo de tamaños, o cantidades, ojalá nos enamorásemos de alcanzables, y no de imposibles, que es lo que era ella, la operación bikini de un año que nunca ha existido. Pero, la única verdad es que desde que la vi vive en mi cabeza sin pagar el alquiler, y no me importa, porque las vistas son geniales desde que está ella. 

Sí, supongo que esto va a ser como esa película en la que el protagonista se enamora de la chica, que ignora completamente la existencia de éste. Supongo que voy a terminar desnudándola en la distancia, escribiendo nuestros nombres en los cristales llenos de vaho y dibujando corazones en el cielo, con el dedo índice, cuando pensar en ella me provoque insomnio.

Sí, supongo que enamorarme no va a servir para nada, como siempre, únicamente para crear falsas esperanzas sobre la base inestable de mis párpados, cerrados fuertemente, y es que en esa oscuridad la veo, bailando, al ritmo de todos aquellos latidos que se pierden, insatisfechos, como marchas mal metidas en la caja de cambios de la vida. 





lunes, 25 de marzo de 2013

Hablemos de cosas que pueden pasarnos


Y que cada vez que suena el teléfono una parte de mí espera que seas tú, y que cuando llaman a la puerta, sólo espero que estés al otro lado, y que quieras entrar a mi vida, y quedarte, y ser felices juntos. Soy un romántico, vale, es una putada, pero no puedo hacer nada, se me va de las manos intentar controlar lo que siento, y yo no tengo ganas de luchar contra lo que soy. 

Pero, bueno, la verdad es que ni siquiera compartimos llamadas perdidas, y ni siquiera sabes donde vivo, así que todo se reduce a un montón de esperanzas que miro de reojo, sin saber muy bien dónde meterlas; sin saber muy bien si terminarán jodiéndome la vida. Estoy en una fase de transición, de indecisión, de no saber si romper el hielo y decirte "Oye, qué es de tu vida, de la mía, sin ti, no demasiado". No, no, no creo que rompa el hielo, soy de esos que esperan a que el hielo les rompa a ellos, por dentro, que es la forma más horrible de romperse. 

Voy a resignarme a andar de puntillas, para no hacer ruido, y a espiarte desde esta puta distancia que no cree en el amor. Y, cada mañana, despertaré con legañas en los ojos y quizás en la mirada, siempre puede ser o no ser el día de cruzarnos, ojalá el destino tenga un poco de empatía, el muy hijo de puta últimamente no piensa en mí. Y, nada más, necesito fumar, es el único vicio que puedo satisfacer por el momento, si quieres, te invito a que seas el próximo.

Ah, por cierto, tu sonrisa, ¿de qué sueño la has sacado?  

jueves, 21 de marzo de 2013

Impotencia


Impotencia, sí, esa es la palabra que me viene a la cabeza si pienso en mi vida. Impotencia de que las cosas salgan tan mal, sin que yo pueda hacer nada para evitarlo. Impotencia de sentirme como un espectador de mi historia, y no como el protagonista. Impotencia de que el tiempo pase y no pase nada; y las cosas no cambien, excepto yo, por dentro, que me hundo cada vez más hacia el fondo. Impotencia de no saber muy bien lo que busco, mientras mi necesidad de encontrar algo aumenta, a veces tanto, que me entra ese horrible miedo de quedarme solo. Impotencia en las noches de insomnio, cuando no dormir no sirve para mucho, sólo para conjugar preguntas existenciales que van rompiendo a su paso. Impotencia de cansarme, pero nunca lo suficiente como para tirar la toalla y resignarme a perder la partida. Impotencia de que la esperanza no se vaya, de que siga aquí, riéndose con mis tragedias. Impotencia de que con el tiempo vayan quedando menos personas que me entiendan; y de que a veces ni siquiera lo haga yo. Impotencia de enamorarme siempre de la persona equivocada. Impotencia de que mi lugar sea el lugar que alguien eligió para mí. Impotencia de querer escapar, pero no tener fuerzas para ello. Impotencia de que mañana seré las mismas coordenadas de un mapa en el que no sé encontrarme. Impotencia, sí, esa es la palabra.


martes, 19 de marzo de 2013

Esperar, sólo eso


Tan sorprendido y encantado de saber que existes, y que en este mundo, también hay cosas bonitas. Y alarmado, por otra parte, porque se nos cuela una horrible distancia en estos pocos metros que nos separan, y es como que no puedo tocarte, ni aún queriendo, y que entre tú y yo hay una cortina de humo que es más fuerte que las ganas. Maldito orgullo. 

Y te recuerdo entre aquellas luces de neón, en aquella discoteca muerta de la risa, y mientras todas las personas se deshinibían bailando acordes estrepitosos, yo me preguntaba si terminaríamos follando en el baño, y si luego la cosa funcionaría y tomaríamos café algún domingo y para despedirnos nos besaríamos con la mirada, con ese respeto de no querer precipitar las cosas; de no querer tocar los sentimientos recién hechos, por si se rompen.

Espero no quedarme siempre con la incertidumbre de no saber qué dice tu silencio, y a qué ese brillo en tu mirada cuando crees que nadie te está mirando. Y, hasta entonces, sólo toca esperar a que me sonrías y me digas, sin necesidad de palabras, "Ven, aquí te espero", o algo así. Y yo iré.


"Amor es mucho más espeso que olvídate
mucho más delgado que recuerda
más rara vez que una ola está mojada
más a menudo que desfallecer

mucho más lo es y lunarmente
y menos no será
que todo el mar que sólo
es más profundo que el mar

amor es menos siempre que vencer
menos nunca que vivo
menos más grande que el menor comienzo
y menos más pequeño que perdona

es el más cuerdo y solarmente
y más no puede ya morir
que todo el cielo que sólo
es más alto que el cielo."

e. e. cummings


domingo, 17 de marzo de 2013

La chica del país del norte


Quizá pienses que te fallé, y tengas la necesidad de irte, de caminar cabizbaja, sin mirar atrás, y contener las lágrimas en tus ojos. Y quizá volvamos algún día a darnos una segunda oportunidad, cuando el tiempo nos haya borrado un poco los errores, y queramos rescatar todo lo bueno que algún día compartimos. Ni idea. No sé si veremos más amaneceres juntos. Ojalá. Ojalá en la vida las cosas saliesen como queremos, y no como deciden las circunstancias. 

Y, hasta entonces, que te vaya bien. Que seas feliz, estés donde estés, dentro de algún tiempo, cuando siga recordándote al mirar los trozos de ti que has dejado en todo lo mío, el olor de tu champú, o de tu perfume, que impregnarán mis recuerdos. Sonreiré al mirar por la ventana, con esa nostalgia prendida en la mirada, y quizá me quede algunos minutos imaginando que vuelves una noche estrellada de verano, y que hacemos el amor en el porche, como nunca lo habíamos hecho antes. 

Y, hasta entonces, déjate arrastrar. No mires atrás, que no se te ha caído nada que no puedas recuperar con cualquier otro, sólo unos sentimientos carcomidos por el orgullo y la pasión acelerada; sentimientos que ya recogeré yo cuando tenga fuerzas de levantarme de estas ganas de nada que han quedado. 

Escribo estas palabras mientras suena "Girl From The North Country", de Bob Dylan y Johnny Cash, esos genios que vienen a visitarme algunas noches solitarias, cuando fantaseo con correr más rápido que los problemas, retroceder en el tiempo y abrazarte por la espalda, mientras te digo al oído que te quedes un rato más, sólo toda una vida, un para siempre, de esos que terminan cumpliéndose.

Y, hasta entonces, recuérdame de vez en cuando.  

sábado, 16 de marzo de 2013

Quizá, algún día


Sonríe, que salga el sol, y cógeme la mano, que me pierdo, caminemos hacia alguna parte, caminar a tu lado, sólo es eso, y habla, que no quiero prestarle atención a nada más que a lo que tengas que contarme, y bésame, improvísame la felicidad, que a mí no me sale, y seamos, ignorando lo que dice la gente, vivamos en nuestro propio mundo de mirarnos sin decir nada, y comprendernos sin palabras, de autocompletarnos, seamos eso que hemos buscado siempre, imperfecciones bonitas, perfección, sexo lento, duchas compartidas, vidas que merecen la pena, domingos de peli y mantita, ganas de seguir, insomnio compartido, no más camas vacías. Nunca más.


miércoles, 13 de marzo de 2013

Volveremos


Volveremos a tener la vida que teníamos antes de conocernos, esa vida de esperar trenes y consumir cigarros, mientras nosotros nos consumíamos con ellos, en días que se alargaban hasta decir basta, hasta causar insomnio, hasta encontrarnos de madrugada tumbados en la cama con ganas de más, con ganas de algo, mientras alguna canción de Radiohead nos hacía sangrar por dentro.

Volveremos, tarde o temprano, a no saber quienes somos, y a desvivir mirándonos en los espejos y maquillándonos las imperfecciones, de las cuales tenemos más de las necesarias pero no las suficientes para darnos cuenta que nuestra mayor imperfección es no aceptarnos tal y como somos, necesitando siempre a alguien que nos diga que estamos guapos, y que nuestra sonrisa detiene el tiempo. Y supongo que será eso a lo que llamamos amor en esta sociedad de mierda.

Volveremos, también, irremediablemente, a las drogas, a los cubatas cargados los fines de semana, y a perdernos entre luces que nos dejarán ciegos en las discotecas del centro, donde desaparecer y olvidar resultará demasiado fácil. Y volveremos a abrir nuestro chat de WhatsApp bajo los efectos del alcohol, reuniendo cojones y oxidando orgullos para decirnos un simple "Te quiero" que no llegará, y que nunca reconoceremos. Y así cada uno pensará del otro que ha pasado página, y que nosotros también deberíamos hacerlo, porque leernos nos jodió tanto por dentro...


martes, 12 de marzo de 2013

Momento de reflexión


¿Cuántas fotos tuyas con otro voy a soportar hasta romperme y dejar de ser, y olvidar? ¿Cuántas ganas muertas de hablarte de nuevo y decirte que, por desgracia, el tiempo ha pasado y tú sigues aquí, dentro, en todo aquello que vivimos? ¿Cuántas veces voy a querer raptarte de este presente en el que ya no somos, y retroceder en el tiempo a base de rescatar los buenos momentos que pasamos? Envidio a la gente que sabe olvidar. 

Recuerdo que la última noche estábamos inmersos en aquel silencio de no saber muy bien qué decir, dándonos la espalda, como despidiéndonos de malas maneras, sin mirarnos a los ojos, y es que quizá, supongo, nuestros ojos estaban envasados en lágrimas al vacío, como sentimientos que nos da miedo expresar, porque nos da miedo mostrar lo débiles que somos. Y es que el desnudarnos tanto por dentro, en tan poco tiempo, es lo que tuvo, que un día despertamos y todo nos hacía daño, y evitábamos el contacto, las miradas, los besos, las segundas oportunidades. Un día despertamos y nos dimos cuenta de que nos queríamos por encima de nuestras posibilidades; de que existe un límite poco definido entre amar de una forma razonable y perder la razón por amor. 

Y, bueno, nuestra historia terminó con un portazo, y sus consiguientes ganas de escapar de todo, y sus respectivas miradas de reojo a la puerta, por si acaso el orgullo te hubiese dado permiso para volver, y mi necesidad te hubiese dejado entrar. Pero por entonces estábamos demasiado intoxicados de todo lo nuestro, y supongo que sólo podíamos correr en direcciones opuestas, alejarnos lo máximo posible de nosotros mismos. 

Y ahora te veo en brazos de otro y, no sé, cariño, no sé si ya arreglaste todo lo tuyo y te volviste a vestir con todas esas apariencias que la gente suele llevar encima, por si los sentimientos empiezan a doler y no  hay salidas de emergencia a mano. Y es que te veo en brazos de otro y me doy cuenta de que no se me da bien cicatrizar, de que durante todo este tiempo he estado corriendo en la dirección correcta, pero que ya he dado la vuelta al mundo y estoy a punto de abrazar, a tu recuerdo, por la espalda. 



lunes, 11 de marzo de 2013

Trenes



Y veo la gente pasar, y parece que no vayan a ningún sitio, que estén tan perdidos como yo. A lo mejor ellos también se están buscando, sin saberlo, y ansían perder el tiempo junto a alguien, y luego jugar a encontrarlo, de la mano, que es la forma más bonita de andar por el mundo.

Y, si reflexiono un poco, quizá esa es la carencia crónica de mi vida, que siempre he estado bastante solo, y que nunca he andando por la calle con alguien, y que ese alguien le quitase sentido a todo lo demás. Supongo que debe de ser bonito, yo sólo puedo imaginarlo. Cerrar los ojos y sonreír para adentro, como soñar despierto, y hacer como que siento eso por alguien que no existe, pero que me lleva a crear aquella vieja esperanza de que las cosas, tarde o temprano, siempre llegan. Esa vieja esperanza de que en los andenes de la vida siempre termina pasando el tren correcto. 

Así es normal que, cuando conozco a alguien que me incita a la locura, y al vértigo; supongo que es normal que lo de todo, como un desesperado por sentir eso que la gente suele llamar amor. Amor... si me sincero, creo que yo sólo he estado desenamorado. Y unas cuantas veces. 

Pero siempre me viene ese miedo, de madruga, de no ser suficiente para nadie. Es como una desesperanza que te nace de dentro y te lleva a trasnochar mientras te comes las uñas; y la cabeza. Es como esa mirada a la distancia, hasta donde ya no ves nada, y quieres perderte allí un rato, porque todo lo que hay aquí... aquí no hay nada. Es como ese incesante "tic, tac, tic, tac" que te recuerda que el punto final se acerca sin que hayas escrito nada. Nada. Papel en blanco, tan triste, que te recuerda que no eres más de lo que eras hace años, cuando tampoco eras demasiado. 

"Deme un billete, por favor, sólo ida", dije, tan decidido a no mirar hacia atrás. "¿Para qué destino, por favor?", preguntó el vendedor, expectante. Y supongo que sonreí sin querer, como aquel que lleva perdido mucho tiempo y, por fin, sabe hacia donde va a dirigirse. "Un billete, sólo ida, para adentro, que es donde se está mejor.".


jueves, 7 de marzo de 2013

Llovía




Recuerdo que llovía, y consumías tu tiempo mirando cómo se deslizaban las gotas de lluvia por el cristal. Y otra vez te miraba desde la distancia, intentando no perder la conciencia ni la noción de la realidad, y es que perdona que te diga pero eras como un sueño, de la misma sustancia que no entiende de perfecciones ni imperfecciones, tú eras algo más. Tú eras tú. 

Y, entonces, el destino nos encontró, y me miraste, y nos miramos, y sonreímos sin venir a cuento. El cuento de la casualidad, es mi preferido. Tú te tocaste el pelo, ahogada de nerviosismo. Yo cerré fuerte la mano, no quería perder el equilibrio. ¿Me puse rojo?, supongo, pero creo que es totalmente normal perder los papeles por alguien como tú.

Y, allí, mientras la lluvia caía y nosotros nos deslizábamos, a distancia, el uno dentro del otro, observé que tus ojos eran negros, y que tenías la mirada más triste del mundo. Y ya sabes que a mí siempre me ha gustado lo triste. Así que, podría decirse, yo ya estaba predestinado desde un principio a quererte, a perderme en todo lo tuyo; y a encontrarme en ti, como si fueses esa pieza que le falta al puzzle de mi vida.

"¿Qué?", dijiste, y sonreíste con ese típico nerviosismo que nos sale improvisado cuando el corazón va más deprisa que las ideas. 

¿Qué? Pues que todo, que no sé qué, pero que te quiero, sin saber muy bien por qué, ni cómo. Que voy a perderme en tu mirada, si me dejas, y que tengo ganas de invitarte a que escapemos juntos, algún día, cuando nadie mire ni a nadie le importe. Que me muero por saber cómo hueles, y a qué saben tus besos, y que si escalar tu cuerpo da tanto vértigo como parece. Que sonrías, anda, que es como que difuminas el mundo cuando lo haces y nada importa tanto, y los problemas se terminan durante un rato. Que me hagas volar, de nuevo, sin moverme del sitio. Corre, hazme soñar despierto, sólo tú sabes cómo hacerlo. Que quiero escribir la biografía más maravillosa del mundo a tu lado, y que me quites el miedo que tengo de que pase el tiempo sin que pase nada, que contigo ya es suficiente para todo, que satisfaces todos los deseos del mundo sólo estando. Pero no te digo nada de eso, ¡por favor!, tengo un orgullo que alimentar.

"Nada", respondí, y me fui sin cerrar la puerta, por si algún día te apetecía entrar.

Recuerdo que llovía, y consumías tu tiempo mirando cómo se deslizaban las gotas de lluvia por el cristal...


martes, 5 de marzo de 2013

Rutina


"¿Qué te pasa?", dijiste, y clavaste en mi tus ojos, desnudándome por dentro. "Que a mi vida le falta alguien", respondí, ya desvestido de toda esperanza, habiéndome quitado las ganas de seguir negando lo evidente. "Bueno —continuaste—, no te preocupes, ya encontrarás a ese alguien, tarde o temprano".


Y, entonces, te miré, y medio sonreí ante la extraña situación en la que nos encontrábamos. Tú, intentando leerme. Yo, intentando quemar el libro. Medio sonreí y miré por la ventana, la lluvia caer, y me quedé unos segundos callado, relamiendo la respuesta que llevaba toda la vida temiendo decir en voz alta.



"El problema de que a mi vida le falte alguien... —dije mientras me escondía hacia adentro— ...es que a la vida de ese alguien no le falte nadie".


Y luego me rompí sin hacer ruido. 

lunes, 4 de marzo de 2013

Resaca


Perdona si no sé olvidarte de otra forma sino escribiéndote hasta que ya no me queden palabras que dedicarte, pero ya sabes que te quise dándolo todo y que ahora no me queda nada. Yo, bancarrota de sentimientos, vaciado por dentro, como un pozo sin fondo lleno de esperanzas rotas, contaminadas, será mejor que no me las beba. Y, hablando de bebernos cosas, tus besos, ¿recuerdas?, tus besos, que no eran besos, sino máquinas de parar el tiempo. Y, claro, qué difícil es olvidar estas ciertas cosas que me hacían dedicarte noches enteras, llenas de insomnio, de ganas pendientes, de sexo contra la pared de tu espalda. Noches de mirar por la ventana y contar estrellas, a dedo, e imaginarnos a los dos tumbados, perdiéndonos en nosotros mismos, en algún improvisado abrazo de esos que se comen las horas y luego repiten. Y que nos sorprendiese otro día amaneciendo. Otro día... suena tan a todo lo que nunca va a volver a pasarnos. 

Recapitulo, rectifico, marcha atrás. Perdona si no sé olvidarte de otra forma, pero es que hace frío y no he encontrado a nadie, y lo más a mano que tengo es un cajón lleno de los recuerdos que abandonaste cuando te fuiste, cerrando la puerta, a portazo limpio; si cierro los ojos aún recuerdo el daño que hizo aquella melodía de pasos alejándose, de inhumano silencio, de escaleras-laberinto en las que te perdiste. 

Quizá esa es toda la verdad que me queda: la soledad. Y, quizá por ella, aún no te has ido del todo, y es que te guardé un poco conmigo, discúlpame si te molesta. Disculpa si te jode que rescate confeti de fiestas pasadas, cicatrices de heridas que ya no sangran. Discúlpame por ser tan gilipollas, pero entiende que las noches duran días desde que no estás conmigo; si lo único que me queda es ver pasar las horas sin que pase nada, sumergido en esa rutina de tabaco y miradas constantes a la televisión en la que ya no veo nada, esperando que alguien me envíe un WhatsApp y me de razones para olvidarme un poco de mí mismo, de quien ya empiezo a estar cansando. Pero todo esto es un ir y venir constante, de esperanzas asfixiadas en latas diminutas. Un ir y venir de sueños con insomnio, que no terminan de realizarse nunca. La típica rutina que mata, vamos, no sé si has oído hablar de ella.  


  

domingo, 3 de marzo de 2013

Eres


Eres como poesía, música, ginebra de la cara, un atardecer 24 horas al día, Joaquín Sabina, ver llover desde casa, mantita y peli los domingos, mi canción favorita en la radio, los macarrones con atún y queso, el verano, un solo de Mark Knopfler, los días de fiesta sin resaca, un cumpleaños que cae en viernes, las hamburguesas de 1€ de McDonald's, la lencería de Intimissimi, las medias sonrisas, las miradas perdidas en el vacío, las noches estrelladas, el cine de verano, los festivales de música junto a la playa, las historia de las abuelas, las segundas oportunidades, las Converse, Spotify Premium, los recuerdos de la infancia, guerra de globos, el sol después de una tormenta, las ganas, el amor correspondido, Stanley Kubrick, las curvas de Marilyn Monroe, París, la comida india, la comida china, comerte a besos, los silencios cómodos, Pulp Fiction, el olor de un libro nuevo, los besos bajo la lluvia, los besos sin lluvia, los besos a todas horas, los abrazos que curan, las personas que te entienden, las canciones que te encuentran, las noches de insomnio, las preguntas existenciales, el café por la mañana, tostadas con mermelada, los postres caseros, los derechos humanos, las películas que te emocionan, las sorpresas, los regalos de Navidad, Haagen-Dazs Strawberry Cheesecake, las barbacoas con los amigos, la cerveza muy fría, las fiestas del pueblo, el ajoaceite, los espaguetis a la carbonara, los coches antiguos, la cultura pop, lo vintage, el día que nos conocimos, los proyectos de futuro, las esperanzas que se cumplen, viajar, una pareja de ancianos cogidos de la mano, cantar en la bañera, llorar de la risa, el humor absurdo, los diálogos de Woody Allen, las cosquillas, los curasanes rellenos de chocolate, el mar, la sensación de estar enamorado de la persona adecuada, el sexo, los anuncios de perfumes, la música clásica. Eres un no sé cómo decirlo, un me dejas sin palabras, un lo quiero todo contigo, un sin ti no quiero nada. 

sábado, 2 de marzo de 2013

Aquella esquina


Nos quemamos, y nos convertimos en humo, o en cenizas, en definitiva, nos convertimos en algo que no éramos nosotros, un punto y final, la última página de una historia que, sino nuestra, fue tuya y mía. Y es horrible esa sensación de dejarnos ir, de verte marchar, y odio esa última esquina tras la que se van, contigo, todos los proyectos de futuro que nunca haremos. Sueños escritos en papel mojado. Y qué me dices de hacerme adicto a tu tragedia, a tu forma de mirar el vacío, o calcular el punto de inflexión de tu sonrisa, ya no podré hacer nada de eso, y supongo que contigo me voy yo también un poco. Y, ahora, sólo puedo no dejar que la soledad me mate mucho, que no duela tanto, porque ya la he vivido, y es como un frío que nace de dentro y te seca las ganas, y te vuelve emocionalmente vacío, sentimentalmente pasivo. Sonreír hueco, a presión, obligado por la esperanza de escapar, pero en el fondo sabes que hay algunas pesadillas sin salida de emergencia.

Miro el reloj, se me hace tarde, no sé muy bien para qué, pero creo que debería estar lejos de todo esto, desde hace tiempo, aunque creo que me he quedado pegado a la nostalgia, anclado en la orilla de todos aquellos recuerdos que dibujé con tu lápiz de labios en mi cuerpo, por si algún día despertaba sin acordarme de lo mucho que te quería. Recuerdos, todos buenos, y quizá, ojalá, fuesen malos, porque sé que me va a costar olvidarte algún tiempo, más del que tengo, y que voy a terminar alquilando días a terceros, porque se me va a quedar corto el calendario. 

Princesa, que duras son las despedidas, y que largos se hacen los instantes que esperas que no lleguen nunca, como la última palabra, o aquel último abrazo, tan desdibujado por todo lo que me ha llovido por dentro, o aquella última mirada, a distancia, casi de reojo, como un quiero pero no puedo, como un "Por favor, rescátame antes de que me pierda para siempre", pero me quedé quieto, como si no supiese andar por causas perdidas. Me quedé quieto, y vacío, en aquella calle de Valencia, tan tétrica y trágica, por la que suelo pasar y sonrío, medio intentando decirme que todo lo que fuimos no pasó nunca, como si fueses un sueño que me tocará recordar siempre.