jueves, 13 de octubre de 2011

El motivo existencial que justifica la necesidad trascendental de amor


No sabíamos muy bien lo que hacíamos cuando, sin querer, nos queríamos; atraídos por una fuerza superior a la nuestra, por una conexión que aún tratamos de entender, sin lograrlo. El amor, de nuevo. El amor, como siempre, tan inoportuno. El amor es la única película que puedo volver a ver miles de veces, sin cansarme. 

Estoy seguro de que todo resulta, al final, un estímulo que nos alegra la vida. Un empujón que nos ayuda a encontrar, en lo absurdo de la existencia, un ápice de algo cuando, en realidad, no hay nada. Resulta que, enamorados, tenemos la sensación de que la vida sirve al propósito de vivir para el otro, de hacer feliz al otro y de encontrar, en la persona amada, una razón para que la comedia humana siga perpetuándose. Creo que sin amor no valdría la pena vivir.

Y de aquellos que no han encontrado el amor, aquellos que han buscado el contacto más allá de algo físico sin hallarlo y, de igual forma, aquellos que desean entregarse a la profundidad de una persona pero no consiguen más que bucear en lo superficial; de aquellos maltratados hijos de las circunstancias adversas sólo tengo que decir que, el propio amor, la propia idea de la existencia de algo que consigue apaciguar la enfermedad que supone la inexistencia de respuestas trascendentales, es ya, de por sí, un motivo por el que seguir luchando. El amor es, de nuevo, la única razón que motiva el bucle cerrado de la insistencia humana, que necesita cubrir los vacíos naturales de la existencia con excusas idealizadas que permitan a los seres humanos enfrentarse a la ingravedad, a la locura, a lo realmente monstruosa que supone la vida sin un fin.




1 comentario:

  1. No se puede vivir sin amor. Pero hay muchos tipos de amor.
    Es cuestión de definirlo.

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