jueves, 9 de diciembre de 2010

Feliz no cumpleaños


Sabes, me he vuelto un paranoico, ya no me entiendo. Todo es tan perfecto... Sabes, voy a contarte mi día. Sí, todos tenemos un día de protagonismo, de heroicidad.

Mi día es un día como esos en los que va a llover, pero nunca llueve. El viento corretea gélido por el jardín y se cuela por las entreabiertas puertas del salón. Sabes, hoy nada es lo que parece. En el fondo de la piscina 46 hojas yacen ahogadas desde noviembre, el frío las arrancó. En el sótano papá escucha con la puerta cerrada música ambiental, con los ojos ausentes, apoyada su cabeza sobre la mano, parece estar en paz. Mamá prepara una paella en el asador, con su batín rosa y su suéter amarillo de algodón. En la cocina la abuela se mueve con movimientos patosos; prepara como cada domingo la ensalada de cebolla y tomate. Sobre la mesa, en un bolsa, seis barras de pan descansan aún calientes y con su miga blanda; alguien ha arrancado la punta de una de ellas.

Sabes, hoy nada es lo que parece. Y me gustaría que pareciese, que fuese uno de esos días de cumple, como cuando éramos pequeños, ¿lo recuerdas? Me gustaría decirte la verdad, que estoy descontento con este último año, que sigo como siempre, que todo va a peor, que estoy derrumbado, que sigo andando pese al cansancio aterrador... Sabes, hoy todo es como capicúa.

Quisiera gritar tantas cosas... alzar la voz contra el viento, romper ventanas y huir de los caminos de siempre. Salir y andar, y andar. Andar hacia ninguna parte. Andar y perderme. Sí, perderme y no volver... Y encontrar la felicidad cuando se hayan agotado las posibilidades. Sabes, puede que desaparecer sea más fácil que fingir.

Y ahora sacan la tarta. Sabes, han puesto las velas al revés. Ahora cumplo 71 años y soy un héroe para esas personas que buscan la eterna juventud. Por un momento sonrío, detalles de la precaria despreocupación. Seguro que nadie se ha dado cuenta, el perro del vecino ladra en el exterior. Y soplo las velas antes de que apaguen las luces, antes de pedir un deseo que no se cumplirá. Soplo las velas antes de que la gente sonría y se ilusione; las soplo y, después, todo ha pasado, como si nada, como si todo, como si siempre o casi nunca.

Sabes, un domingo normal. Un domingo que nadie va a recordar. Que va a dejar tiritando las expectativas. Un domingo neutral, poco casual, de esos que aburren y desmoralizan. Un domingo como esos en los que parece que va a llover, pero nunca llueve. Y terminas el día con mal sabor de boca, escuchando The Killers en la cama con una sensación de abandono propia de los días decadentes de diciembre. Como cuando la mañana del 25 las ilusiones infantiles de Papa Noel han despertado: ya no hay árbol ni colorines, ya no hay polvorones ni ilusión. Ya no, ya no recorre mi habitación el olor del papel de regalo, ni las risas materialistas de antaño... ¡Me han regalado una extraña sensación!

Sabes, todo esto me asusta, poco a poco, pero tan de repente, parece que el mundo brille un poco menos y tengas que tener el suficiente valor como para aceptar que tu vida ya no es como cuando tenías 7 años y todo, absolutamente todo, se arreglaba con una tarde de cine y palomitas.

Sabes, me gustaría volver... volver a aquellos días de diciembre. Todo era tan fácil, tan irreal. Felicidad sin complicaciones ni pasiones. ¿Lo recuerdas? Pero ya no podemos, ya no. Ya no podemos volver allí. Hace tiempo olvidamos las ilusiones de volar por el cielo, de viajar a la Luna, de bucear por los mares, de llegar a la cita del té. Y es que como Peter Pan en nuestro mundo, nosotros también olvidamos todas esas promesas de la infancia. Y me gustaría que no fuese así. Me gustaría que tus ojos brillasen aún con esa luz tan peculiar con la que reías. Ya no puedes, y ojalá pudieses.


Qué importa, 17 años o 71, si después de todo, nada es lo que parece.


Feliz. Feliz no cumpleaños.


1 comentario:

  1. En primer lugar Felicidades de nuevo, y en segundo lugar, creo que esta entrada se posiciones entre las tres mejores que has encrito.

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