domingo, 12 de junio de 2011

El curioso caso de la mudanza



Mi amor por el cine nació en una sala llena de polvo, al menos es lo único que recuerdo y es la única versión que me queda. Veréis, todo empezó hace varios años, cuando yo tenía varios años menos y, casualmente, todas las cosas que tienen años tenían varios años menos. Era una tarde (o quizá una mañana) de esas tardes (o quizás de esas mañanas) en las que todo sucede según lo previsto. Aquel día yo ayudaba a mi padre en una mudanza, había comprado un nuevo local para montar un restaurante y, bueno, montar un restaurante supone lo que supone; supone mover neveras, supone poner sillas y mesas y supone encontrarte en todas las esquinas telarañas y, además, enfrentarte con el viejo temor de encontrar a las cucarachas que se esconden detrás de las cajas inofensivas y de las estanterías desaliñadas. Bueno ¿qué queréis? era una mudanza como cualquier otra mudanza del mundo. 

Y entonces, sólo recuerdo que allí las encontré. Encontré dos películas y permitidme ocultar el nombre de ambas para restarles protagonismo. Las encontré allí, en aquel lugar tan peculiar. ¿Quién espera encontrarse dos películas en un viejo local? Me sentía feliz porque yo pensaba que las mudanzas eran aburridas e improductivas y aquella vez me llevaría dos películas a casa.

Algunas veces vuelvo a aquella mudanza y me pregunto qué pintaban allí esas películas. Resulta emocionante pensar que si no hubiese ido ese día, quizás si no hubiese trasteado en ese momento aquel lugar, quizás en ese caso no hubiese encontrado las películas y hubiesen acabado en la basura junto con las cosas que mi padre tenía por inútiles trastos. Supongo que fue cosa del azar o del destino o quizás de la casualidad; la verdad es que las encontré y nada más (permítanme la rima).

Y esas dos películas, vaya, es asombroso lo que han supuesto en mi vida. Es posible que podamos aplicar al caso el viejo dicho de que el aleteo de una mariposa puede provocar un Tsunami en la otra parte del mundo. Aquellas dos películas propiciaron una reacción en cadena que ha dado lugar a lo que hoy soy, y no quiero aburrirles contando mis datos personales; me levanto a las 07:00 de la mañana como muchos de ustedes y en verano me doy el lujo de levantarme a las 12:00 si las condiciones meteorológicas y mi abuela lo permiten.

La cuestión es, queridos amigos, queridas amigas, querido Eduardo, que a día de hoy el cine es una parte esencial en mi vida. Es irónico porque mi madre se ha pasado mucho años diciendo que la causa de algunos de mis fracasos escolares está en el exceso de películas que veo desde niño: "te llenas la cabeza de películas y luego no haces tus deberes..." Creo que así son todas las madres, disfrutan culpando a los factores de ocio sobre los problemas educativos. Estoy seguro de que en los años 20, sin televisión y sin películas, el problema recaería en la radio o las canicas.

Próximamente quisiera contarles algo más sobre el cine. No he podido decir, en esencia, que supone en mi vida, aunque si que les he dicho que es una parte muy importante de ésta y, quizás con eso y con un poco de imaginación, pueden hacerse una aproximada idea de lo que significa para mi.

Y no hay mucho más que contar. Ésta tan sólo era una breve introducción, algo insípida y carente de entusiasmo, pero relativamente cierta y fiable sobre los echos que acontecieron hace varios años, cuando yo tenía varios años menos y, casualmente, todas las cosas que tienen años tenían varios años menos.




sobre la vida y obra de Sergio Carrión 






 

2 comentarios:

  1. Oh, a mi me ha gustado, mi expectación (intensidad con la que espero una cosa) ha quedado satisfecha y me ha resultado agradable ver como alguien, con unos cuantos años menos, encontró dos películas y que ese suceso defina, en parte, lo que es ahora.
    Pd. yo quiero saber que dos películas eran ;)

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  2. Es que las películas son casi tan magníficas como los libros, te transportan a otro universo. Son el mejor remedio a todos los problemas.

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