Se ha quedado solo. Demasiado
solo. Su soledad se ha convertido en el parque de atracciones del silencio. Un
silencio que huele a tabaco. Un silencio con el que, últimamente, habla casi
siempre.
Y, después, en el fondo del
cubata del olvido, queda el miedo. Un miedo espeso, como gelatina. Un miedo que
lo cubre todo con un manto negro de luto. Un miedo de quien son víctimas las
esperanzas e ilusiones, los sueños e insomnios. Nada escapa al miedo, esa es a
la conclusión a la que llegó una madrugada, tumbado en su cama, cuando la
soledad le hacía cosquillas.
Aquella noche también llego a la
conclusión de que podía derramar lágrimas hasta quedarse sin ellas, pero no
hasta olvidar los motivos que le hacían llorar. Y supongo que llegar a esta
conclusión, a esas horas, en ese cuarto, tan, tan lejos de su casa, le hizo
sentirse excesivamente exiliado de cualquier sentimiento cálido y feliz.
Repentinamente tuvo mucho frío. Pero supongo que hablamos de crisis temporales
y traumas pasajeros que, en realidad, son circunstancias que siempre van
cogidas de la mano.
La única esperanza que le queda
es que lo que comentaba al comienzo de estas líneas sea cierto, es decir, que
el tiempo pase para todos y sea el mayor verdugo de la historia de la
humanidad. Ese es el único punto de luz que pinta la oscuridad en la que se ha
sumido su vida.
Mientras tanto, vive y desvive en
la sala de espera de los buenos tiempos: los tiempos felices. Esos tiempos en
los que… bueno, sinceramente, no sé mucho de los buenos tiempos. Sólo podría
deciros sobre ellos lo que he podido leer en los libros o ver en las películas.
Algunas noches (sobretodo
aquellas en las que no puedo dormir) me gusta fantasear con los buenos tiempos.
Cierro los ojos con fuerza e imagino que estoy en otro sitio, pero en el mismo
lugar. Es como si acabase de despertar de una larga siesta. Por las rendijas de
la persiana se filtran los rayos de lo que parece ser el atardecer más hermoso
del mundo. No hace ni frío ni calor. Y siento que toda la gente a la que algún
día amé es feliz. Se respira una extraña paz en el ambiente. Y tú estás ahí,
conmigo. Aquí he de dejar claro que ese “tú” no es más que una referencia
metafórica a esa persona a la que algún día encontraré. Esa persona con la que
algún día aprenderé a ser feliz. Pero recuerdo que sólo es una fantasía y abro
los ojos. Y repentinamente tengo mucho frío.
No camines con la predisposición al tropiezo, Sergio.
ResponderEliminarOjalá pudiera abrazarte y hacer que el frío desapareciera y, aunque presabiendo que posiblemente no sea ese 'tú', estar ahí para, no decirte, sino hacerte sentir, que está cerca. Solo tienes que vivir sin buscar, y encontrar.
ResponderEliminarNo te conozco demasiado, por no decir que nada y sin embargo siento como si te conociera bastante. Te mereces lo mejor, Sergio.
Y más claro, agua.
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