jueves, 6 de diciembre de 2012

Instante


La miraba con cierta resignación en los ojos, como si fuese a desaparecer en cualquier instante. A veces, no podía reprimir sonreír. En aquel momento no pensaba en ello, pero seguro que debía parecer un imbécil. Un imbécil enamorado. Y cuán enamorado estaba. Enamorado de aquella chica de ojos verdes que le había dado un poco de sentido a los días del calendario. Enamorado de la película que me había montado yo mismo, en la que ella y yo, nosotros, teníamos un futuro juntos. Un futuro feliz, de esos que sólo existen en las comedias románticas.

No me creeréis, pero el tiempo se detenía cuando estaba con ella. Y mis pulsaciones se aceleraban. Era mucho más consciente del mundo que me rodeaba, aunque sólo le prestase atención a ella. A la forma que tenía de sonrojarse cuando la miraba fijamente. O al modo en que sonreía, tímida. ¡Cómo si no tuviese la sonrisa más bonita del mundo!

Hubiese creído en Dios en aquel mismo momento para pedirle que nos hiciese eternos allí mismo. Pero, siempre he dicho, la perfección sólo existe en las cosas que se consumen.

1 comentario: