lunes, 3 de diciembre de 2012

Una tarde en el parque


Ayer fue un día especial. Hacía frío y, cuando abrí la puerta de mi casa dispuesto a salir a la calle, había un montón de hojas secas deseándome que pasara una buena tarde. Me dediqué a pisarlas durante unos segundos, es uno de esos pequeños placeres de la vida. Y me fui. Me esperaba en el banco de siempre, de aquel parque en el que parecía que el tiempo se detenía. Llevaba un abrigo marrón, a juego con el paisaje y con sus ojos. Y, nada más verme, me dedicó una sonrisa. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Esa sonrisa... joder, ojalá hubiese podido hacerle una fotografía a ese momento, aunque supongo que todo es más bonito cuando pasa así: sin avisar, sin prepararlo.

Me siento a su lado y le pregunto qué tal le va la vida. Ella no lo sabe, pero yo ya me he perdido en su mirada. Apenas puedo prestarle atención a lo que dice. Apenas puedo prestarme atención a mí. Sólo existen los pocos centímetros que nos separan. Es como estar bajo los efectos de alguna droga. 

Y entonces me pregunta que qué tal me va la vida. Y, por un momento, pienso responderle que, sin ella, no va demasiado bien, claro que no lo digo. ¡Por favor, tengo un orgullo que alimentar! Le digo que va como siempre, la verdad es que hace tiempo que dejé de decir que mi vida iba bien, me cansé de mentir. Y, nada, seguimos hablando hasta que nos entra hambre. A ella le apetece un café; a mí uno de sus besos.

Mientras ella se queda en el banco, dejando que el sol acaricie toda su belleza, yo me acerco a un puestecito  de comida que hay cerca:

—Dos cafés, por favor. 
—¿Solos? 
—Puede, pero la verdad es que sólo quiero estar con ella.
—No, me refería a que cómo quiere los cafés.
—Ah, disculpe, los dos con leche.
—¿Y querrá algo para comer?
—¿La tienen a ella? para llevar a mi cama.
—(Ríe) Está usted enamorado, ¿verdad?
—Sí, discúlpeme otra vez, es el otoño, que me vuelve un romántico. 
—Entonces, ¿para comer?
—Dos donuts de chocolate, por favor.

Y vuelvo al banco, a sentarme a su lado, parece que hayan pasado varios milenios desde que no estoy junto a ella, pero ni siquiera han pasado 10 minutos. Le ofrezco el café y un dónut, sin saber ella que también le estoy ofreciendo un poco de mi vida, de mi tiempo; ahora suyo. 

Hablamos de cosas que no vienen a cuento; de cosas absurdas. Cosas como, por ejemplo, cuál es la canción perfecta para el otoño. Ella dice que "High And Dry" de Radiohead; yo digo que "Yellow" de Coldplay. Y así se nos pasa la tarde, hablando de todo y sin decirnos nada, porque yo realmente quiero saber si quiere ser parte de mi futuro; parte de mi rutina diaria. Claro que, no se lo pregunto, por favor, entendedme, no quiero asustarla, ¿y si la pierdo? No quiero asustarme.

Y, en algún momento, se nos hace tarde y tenemos que irnos. Aunque el tiempo ha pasado lento, ha pasado. Ya podría detenerse un poco, pero el tiempo es un hijo de puta que no cree en el amor. Así que nos levantamos. Yo la acompaño a su casa, y de camino paseamos por las calles de la ciudad que, a su lado, son más preciosas que nunca; más absorventes. Y llegamos a su puerta. Nos detenemos. Sonreímos por un instante al mirarnos a los ojos. ¿Habrá ella leído en mi mirada que quiero que se quedé conmigo para siempre?

De repente se acerca, poco a poco. Empiezo a sentir vértigo, a verlo todo negro. Se acerca un poco más. Sigue sonriendo  Un poco más. Un poco más. Y, de repente, noto sus labios rozando los míos. Cierro los ojos y me dejo llevar. Aún tengo las manos en los bolsillos, debo de parecer un imbécil. Las saco y las coloco: una en su espalda, acercándola más a mí; otra al rededor de su cuello, deseándola más hacia mis labios. 

Y luego, me doy cuenta: estoy fantaseando. Llegamos a su puerta. Nos detenemos. Sonreímos por un instante al mirarnos a los ojos. Y nos abrazamos. No es un abrazo largo, quizá ni siquiera cálido. Yo estoy demasiado pendiente en no hacerle saber que la quiero demasiado. Ella, bueno, no sé de qué estará pendiente ella. Y nos separamos. Sonreímos una última vez. Decimos de volver a vernos pronto, y yo espero que ese "pronto" sea ahora mismo. Que el tiempo pase rápido hasta volver a verla, sentada en ese banco, esperándome, y que luego sonría al verme. Y tomar café y donuts juntos. Y querer pasar la vida a su lado. 

5 comentarios: