lunes, 1 de abril de 2013

Sexo, amor y otras drogas


Y allí estábamos tú y yo, nosotros, en  la fiesta de un amigo que teníamos en común, a 22 de marzo de 2013. Recuerdo que nos sonreíamos en la distancia, y era bonito porque todo era mágico, y empezábamos a estar borrachos y el orgullo no estaba invitado a la fiesta. Y luego nos acercamos, como si no fuese nuestra intención hacerlo, aunque en realidad nos moríamos por estar el uno al lado del otro.

—Tienes la sonrisa más bonita del mundo.
—¿Ya vas borracho?
—Yo siempre voy borracho. 
—¿Y qué me cuentas? 
—Que no sé qué hacemos hablando, cuando deberíamos estar follando.
—¿No vas muy rápido?
—Ya sabes que nunca me han gustado los semáforos en rojo, cariño.
—Pero tú no follas, a tus seguidores de Twitter no les gustaría, jajajajaja.
—No seas mala, no se enterarán.
—No, no, soy una chica decente...
Con unos labios indecentes.
—Los he heredado de mi madre. 
—¿Y qué más has heredado de tu madre?
—Tendrías que quitarme el vestido para averiguarlo. 
—¿No vas muy rápido? 
—Nunca he sabido ir más lenta, ¿pido disculpas?
—Para nada, sabes que me encanta este juego.
—¿Qué juego? 
—...
—¿Y bien?
—El juego de reducir el amor a una necesidad sexual. El juego de fingir que no pienso en ti siempre que puedo, y que puedo siempre, y que no me paso las noches haciéndote el amor en sueños.
—Estás rompiendo la magia.
—¿Has traído preservativos?
—Yo no uso de eso.
—Yo tampoco, vamos al baño.
—Llévame tú, y no corras, que llevo tacones...




3 comentarios: