miércoles, 19 de mayo de 2010

Ángel


Si yo no te doy calor, será otro el que arrope tu desnudez por la noche. Me acordaré entonces de que siempre te quemé por dentro y de que te emborrachaba con besos para maquillar la desilusión de nuestro amor
.
Me acordaré, cuando ya no estés, de los amaneceres que pintabas en un día nublado; de tu felicidad, que rozaba cualquier lágrima, al caer. Yo me acordaré, cuando de ti no quede más que sábanas frías, del contacto de tu suave piel, y de ese recorrido de besos por tu cuerpo. Era la travesía más maravillosa del mundo, aunque eso yo, no te lo dije nunca.

Estaré predestinado a añorarte en la distancia; a gritarle tu nombre a la avariciosa soledad, que será de mi, hoy, la compañía. Buscaré por mi pecho, si no las robaste, las marcas de tus dedos cuando paseaban silenciosas por mi piel; hasta rozarme el alma, que era cuando suspiraba a las estrellas por tenerte junto a mi; pero eso yo, no te lo dije, y fui tímido en la fiesta de alegría que celebraba mi corazón. Fui yo, de nuevo, silencio en medio de tanto grito.

Pero hoy, ya, me he predestinado a perderte, entre las sombras y las altas cumbres que trae la soledad. Yo ya, me hago a la idea de no volver a verte, y por eso te escribo, para no olvidar.
Te dejaré ir, poco a poco; dejaré tu voz de, en la noche, tararear. Y fingiré no verte en sueños, si es que sin ti yo, aún, puedo soñar.

Vuela lejos y alto, querido ángel; lejos y alto de mi corazón.

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