martes, 18 de mayo de 2010

El sueño de la playa, tu cuerpo y la soledad


Recuerdo, cuando el tiempo me lo permite, aquel paseo que hicimos sobre la playa de Agüaso; recuerdo que nuestros pies se dibujaron en la arena y nuestras manos no se soltaron en ningún momento.
Recuerdo que estuvimos hablando durante horas, y mis ojos no dejaron de buscar los tuyos. El sol caía sobre nosotros en forma de rayos púrpura que bronceaban tu piel; tu perfecta piel que siempre había deseado tocar.

Juraría que siempre que pienso en la felicidad, no puedo olvidar esos momentos en los que bailamos junto al mar, al compás de la olas que insinuaban espiarnos.
Aún queda grabada en mi retina tu imagen, desnuda de toda inquietud, bañarse en el agua.
Pude haber pasado horas contemplando tu hermosura de princesa.

Aquellos momentos en los que el mundo se reducía a tu cuerpo; y nos jurábamos promesas que nunca podríamos cumplir pero, que hermosas eran; como tú.
Muchas veces, en la lejanía de aquella perfección, sueño que estoy prisionero en aquella playa y, poco a poco, voy siendo víctima de una marea que crece y que no puedo evitar; hasta que surge tu silueta por el horizonte, y camina hasta situarse a mi lado, es entonces cuando me miras con tus ojos llenos de suspiros y me hablas al oído, sobre otra vida más allá de la que pudimos haber tenido, y no tuvimos.
Cuando me hablas de los abrazos que nos prometimos y que murieron como los dejamos; como una serie de ilusiones inconclusas que no rozaron más verdad que la que nuestras palabras pudieron darles.

Hoy espero la noche entre soledades de tu imagen; entre fantasmas del recuerdo donde apareces desfigurada por el olvido... el tiempo causa estragos hasta en la perfección.
El tiempo, que acaba lo que empezó, hace tantos sueños perdidos.

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