sábado, 14 de mayo de 2011

Si la cosa funciona


Vivíamos sin saber mucho sobre nada. Saber mucho sobre algo, eso es científicamente imposible. Allí, alejados, en aquel bosque al que íbamos con la excusa de dar un paseo. Un paseo largo, de cansancio. Pero en realidad íbamos allí por miedo, por olvidar si eso, por dejar lo de siempre. Vaya, qué asco. Eran tiempos de Allí donde solíamos gritar, asquerosa canción; tan cruda, tan dura. Qué bella es la vida.

Quisiera decirte tantas cosas, abrazarte tantas veces, estar contigo tanto tiempo, como en aquella película de amor que acaba bien, pero (no es novedad) las cosas en mi vida acaban y punto. No hay buenos finales si todos terminan algo. 

Allí, sentados, en aquel bosque al que íbamos con la escusa de dar un paseo. Un paseo largo. Fumabas un cigarro al aire, y el humo formaba siluetas extrañas. Matar el tiempo, vamos, ¿fumabas por matar el tiempo? Yo fumaba por matarme a mi, pero es una afirmación demasiado profunda para tenerla en cuenta. Yo no soy profundo, sólo soy unos pocos centímetros de lo que ves. Qué cruel, me parece, a veces me estoy volviendo.

He corrido mucho desde entonces. Cuando recuerdo me parece que olvido bastante los detalles, y compenso el déficit del lujo con un poco de la imaginación que aún me queda, para llenar el cajón de la ropa polvorienta que abandonaste. A ver si me planteo un día vaciarlo.

Y ya está. No necesitamos más por ahora. No sé por qué tenemos la necesidad de necesitarlo todo, de quererlo todo, de tenerlo todo, si al final todo se acaba rompiendo y, al no poder llorar como niños, lo único que nos queda es gritar como adultos. Vaya, cuanto entristece comprobar que ya no me queda niño dentro.


THE END



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