lunes, 4 de marzo de 2013

Resaca


Perdona si no sé olvidarte de otra forma sino escribiéndote hasta que ya no me queden palabras que dedicarte, pero ya sabes que te quise dándolo todo y que ahora no me queda nada. Yo, bancarrota de sentimientos, vaciado por dentro, como un pozo sin fondo lleno de esperanzas rotas, contaminadas, será mejor que no me las beba. Y, hablando de bebernos cosas, tus besos, ¿recuerdas?, tus besos, que no eran besos, sino máquinas de parar el tiempo. Y, claro, qué difícil es olvidar estas ciertas cosas que me hacían dedicarte noches enteras, llenas de insomnio, de ganas pendientes, de sexo contra la pared de tu espalda. Noches de mirar por la ventana y contar estrellas, a dedo, e imaginarnos a los dos tumbados, perdiéndonos en nosotros mismos, en algún improvisado abrazo de esos que se comen las horas y luego repiten. Y que nos sorprendiese otro día amaneciendo. Otro día... suena tan a todo lo que nunca va a volver a pasarnos. 

Recapitulo, rectifico, marcha atrás. Perdona si no sé olvidarte de otra forma, pero es que hace frío y no he encontrado a nadie, y lo más a mano que tengo es un cajón lleno de los recuerdos que abandonaste cuando te fuiste, cerrando la puerta, a portazo limpio; si cierro los ojos aún recuerdo el daño que hizo aquella melodía de pasos alejándose, de inhumano silencio, de escaleras-laberinto en las que te perdiste. 

Quizá esa es toda la verdad que me queda: la soledad. Y, quizá por ella, aún no te has ido del todo, y es que te guardé un poco conmigo, discúlpame si te molesta. Disculpa si te jode que rescate confeti de fiestas pasadas, cicatrices de heridas que ya no sangran. Discúlpame por ser tan gilipollas, pero entiende que las noches duran días desde que no estás conmigo; si lo único que me queda es ver pasar las horas sin que pase nada, sumergido en esa rutina de tabaco y miradas constantes a la televisión en la que ya no veo nada, esperando que alguien me envíe un WhatsApp y me de razones para olvidarme un poco de mí mismo, de quien ya empiezo a estar cansando. Pero todo esto es un ir y venir constante, de esperanzas asfixiadas en latas diminutas. Un ir y venir de sueños con insomnio, que no terminan de realizarse nunca. La típica rutina que mata, vamos, no sé si has oído hablar de ella.  


  

3 comentarios:

  1. ¿Sabes esas cosas que no quieres tocar porque parecen ser de las que se rompen tan sólo con rozarlas? Pues me atrevo a decirte que, aunque triste, haces arte, porque es perfecto. Espero no haber roto la magia de tus palabras.

    Es un placer leerte.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Me encanta tú forma de expresar los sentimientos, es todo una satisfacción leerte, hora después de haber leído varias cosas hasta me siento bien conmigo misma.. una cosa extraña si, pero esque lo que escribes me llega muy adentro.

    ResponderEliminar