viernes, 29 de marzo de 2013

Tristeza de verano


"Summertime Sadness" de Lana Del Rey patrocina esta historia. 

Aquella noche bailamos hasta perder la poca humanidad que nos quedaba, y terminamos empotrándonos contra una máquina de tabaco. Me aprendí de memoria tu boca, de tanto explorarla con mi lengua. Y sonreías de vez en cuando, qué placer. Y luego me dijiste "Vamos al baño de las chicas", y yo te dije que no, que era imposible, que estaba la chica de la limpieza y nos echarían, aunque supongo que por ti no me hubiese ni importado que me echasen de mi vida. Y reíamos, entre beso y beso. Así empezó todo, una noche de verano, en La3, Valencia, y mentiría si dijese que no me acuerdo de ti siempre que vuelvo. Y que siempre quiero volver...

Y luego subimos un escalón de esa escalera que no sabía muy bien a dónde nos iba a llevar, y empezamos a vernos casi a diario, y era bonito, porque siempre era distinto, único, teníamos de nuestro lado la pasión de aquellos que sólo buscan disfrutar cada momento. Decíamos ser hedonistas, qué ingenuos. Y nos besábamos por las calles de Valencia, en aquellos perdidos y solitarios, tan calurosos, callejones del Carmen, a donde no pienso volver a no ser que tú vengas conmigo. 

Y no sé cuánto estuve yendo y viniendo por tus caderas, ni cuántos accidentes tuve en la curva de tu sonrisa, sólo sé que cuando estás enamorado el tiempo pasa, pero apenas hace ruido, y pasó tan callado que cuando quisimos darnos cuenta era septiembre, y empezaba a hacer ese frío que no se lleva muy bien con mis sentimientos. 

¿Y qué pasó luego? No sabría decirlo muy bien, la verdad, sólo sé que un día empezaron a pasarnos menos cosas, y que todo resultaba algo monótono. Recuerdo que nos esforzábamos como tontos en intentar salvar las cosas, lo que fuese, e intentar rescatar el pasado a base de mirar hacia atrás, pero empezamos a tropezarnos constantemente con el presente, y tuvimos que desistir, y volver a mirar hacia delante. ¿Y qué quedaba? Un día ya no quedaba mucho, no sé exactamente cómo se marchitan las relaciones pero, si el tiempo puede pasar sin hacer ruido, el amor ni siquiera pasa, salta por la ventana, y a veces se mata. El nuestro, supongo, fue uno de los que se matan.

Y, bueno, nos dijimos adiós entre comillas, con puntos suspensivos, como un quiero, pero ojalá no; como un "por qué" que no necesitaba respuesta. Y, el último día, la última hora que pasamos juntos, nos dimos cuenta, cruelmente, de que ya no podíamos más con nosotros, de que nos habíamos muerto por dentro de tanto ilusionarnos en tan poco tiempo, y es que nosotros no sabíamos que las ilusiones tenían fecha de caducidad. 

"Estas cosas pasan", dije, y medio sonreí esperando que no dijeses nada, porque ya no tenía fuerzas para seguir existiendo ahí, en ese umbral de esa puerta, de tu puerta, en medio de ese adiós tan incómodo. "Supongo", respondiste. Suficiente. Y entonces nos dimos el último abrazo, sin beso, que ya no es abrazo, sino distancia, una mera formalidad estúpida, pero es que tú y yo, a fin de cuentas, no nos odiábamos, simplemente, no nos queríamos. Y cerraste la puerta, y yo no te he vuelto a llamar. 

Fue bonito mientras fue mentira...





2 comentarios: